No eduquemos a nuestros hijos, creemos psicópatas para mañana

Está últimamente muy de moda en los medios de comunicación eso de tratar los conflictos que se están creando por las generaciones más jóvenes debido a una actitud y comportamiento cada vez más frecuente: Violencia, fracaso escolar, pasotismo, drogadicción, delincuencia. Tampoco hay que pecar de ingenuos y pensar que esto es algo nuevo. Siempre han existido estos comportamientos aunque no con la frecuencia con la que ahora ocurre. Si bien se ha hablado mucho sobre el transfondo social, legal y educativo del asunto, se ha tocado muy poco o casi nada el transfondo psiquiátrico, el de los trastornos mentales y el de los trastornos de personalidad. Para el transfondo social y educativo, les dejo un vídeo con una lección magistral de Emilio Calatayud, más famoso por ser el juez de menores que aplica medidas ejemplares y de reinserción en aquellos jóvenes que entran en el mundo de la delincuencia. Sentido común y sensatez en estado puro:

 

Como comenta acertadamente Calatayud, el origen del problema está, la mayoría de veces, muy claro: Los padres. Entre la rápida incorporación de la mujer al mundo laboral (sin medidas sociales aún adecuadas para que una pareja trabajadora disponga de tiempo suficiente para educar correctamente a sus hijos) y el cambio de mentalidad a la hora de tratar a los hijos (donde prima la solución rápida de conflictos, otorgando lo que el nene o la nena quiera) se está descuidando en numerosos hogares una educación que es fundamental, no sólo para el desarrollo social del niño, sino también para su salud mental.

Buena parte de los trastornos mentales y los trastornos de personalidad no dependen sólo de factores biológicos sino de las vivencias que ha tenido el individuo a lo largo de su vida y, con suma importancia, las experiencias durante la niñez/adolescencia. Hay personas que son más o menos sensibles a estas experiencias pero, sin duda, determinará en buena parte el carácter y la salud mental de la persona cuando sea adulta.

¿Qué ocurre ahora que no pasaba antes? Que encontramos dos variantes de niños que antes se daba de forma mucho menos frecuente y que suelen ir unidos: Los «niños llave» y los niños consentidos al extremo.

Los «niños llave» se conocen así porque cuando vuelven del colegio abren la puerta de su casa con su propia llave ya que lo único que van a encontrar para recibirles será la tele (que además les educa) y, con suerte, el perro o el gato si tienen alguno. Y así pasan las horas, a su aire, porque el padre y la madre están trabajando duro para pagar la hipoteca y los gastos, y los horarios son de todo menos flexibles.

Estos niños, acostumbrados a pasar durante años esta etapa que es de todo menos educativa y afectivamente adecuadas, terminan teniendo índices mas altos de depresión, la autoestima baja, inseguridad y problemas de comportamiento. Cosa lógica por otro lado. ¿Quién va a estar para escuchar al niño cuando haya conseguido sus primeros logros? ¿Quién estará para apoyarle y darle consejo cuando se enfrente a los problemas sociales que se irá encontrando? ¿Quién le pondrá los límites cuando no haya nadie presente que le diga «NO»?

Porque eso es otra, lo increíblemente demonizada que está una palabra tan típicamente restrictiva pero a la vez útil en la educación como es «No». Los padres cada vez la utilizan menos, no es guay ni enrollada y los padres quedan como los malos de la película. Además, decir «No», significa tomar la vía díficil, el niño se nos enfada, patalea y hay que ser firmes para mantener la postura y la compostura. Si ya les faltaba tiempo a los padres para aparecer por casa, ya ni les cuento cuando aparecen (cansados por el trabajo) y tienen que lidiar con un ser que está aprendiendo los límites a sus actuaciones y necesidades.

Resulta interesante hacer una comparación con el desarrollo psicológico del bebé. En sus primeras percepciones del mundo exterior, cree que todo forma parte de él. No distingue entre él mismo y los demás. Y cuando tiene una necesidad, tiene la creencia de que serán satisfechas automáticamente. Más tarde, el bebé comienza a darse cuenta de que esos individuos a su alrededor son distintos de él y que incluso siguen existiendo y teniendo su vida aunque él no les vea. De ahí que en etapas anteriores, si le haces el juego a un bebé de esconderte, pensará que no estás, que has desaparecido.

Cuando el bebé pasa a ser un niño, este desarrollo psicológico empieza a abarcar el ámbito social. Pero donde primero se socializa un niño es con su familia. Para un niño todo es un «Yo, yo, yo y yo». Todos nosotros somos egoístas desde pequeños por naturaleza, pero gracias a nuestra relación con los demás, aprendemos a ceder, a tolerar las frustaciones y pensar en los demás, que no están para satisfacer todas nuestras necesidades. Básicamente, se pasa de ser el centro del mundo a ser uno más con los de tu alrededor. Y eso se enseña a los niños sabiendo cuando hay que decir «No». Aquí podemos ver un ejemplo televisivo muy claro de qué es lo que pasa cuando no es así.

Si a un niño (por falta de tiempo, pasotismo, no querer complicaciones, etc.) no les has negado jamás nada y le has consentido todo aquello que ha querido no sólo tendrá un ego enorme sino que no habrá aprendido a tolerar la frustación. Tampoco aprenderá a emplear su propio esfuerzo y trabajo para lograr algo a largo plazo (¿para qué? ¿Si siempre se lo han dado todo?). Y la tolerancia y respeto a los demás se ve bastante deteriorada, viéndose él en un pedestal y los demás en la base. Esto puede desembocar a la larga en varios problemas en la adolescencia/vida adulta, pero sin duda alguna destacan los trastornos de personalidad antisocial y, en último grado, la psicopatía.

Trastorno de personalidad antisocial. No todos los trastornos antisociales se deben a padres maltratadores o a factores genéticos. No es casualidad que muchísimos de los menores que van a la cárcel proceden de familias desestructuradas, o que pasan completamente de sus hijos o les han dado todo lo que han querido. Cuando no se les ha enseñado, desde la familia, que hay unos límites que no se deben traspasar, es ya muy muy difícil enseñarlo en la escuela/instituto o reformarlo en la cárcel. No han aprendido a tolerar a los demás. Y cuando no se satisface sus necesidades y la frustación llega, prepárate para un estallido de violencia en aquellos más impulsivos o una actitud manipuladora, en aquellos más retorcidos. Cuando no un consumo de drogas para suplir ese vacío. Todo esto va en aumento, y ya se irán dando cuenta aquellos que aún no se han enterado de la situación.

Psicópatas. Si ya de por sí los trastornos de personalidad antisocial se pasaban por el forro los derechos de los demás, aunque tuvieran sentimientos hacia ellos y se «moderaran» un poco, esto, que no ocurre en los psicópatas, lleva a comportamientos aún más inhumanos. Ombligos del mundo andantes que aprovecharán cualquier ocasión para satisfacer sus necesidades o gustos sin el más mínimo remordimiento. El valor que da a los «demás» es inexistente, están para satisfacer sus necedidades y el único que cuenta es él. Y no tienen por qué ser asesinos, puede ser el hijo de puta de turno que va pisoteando a todos con tal de obtener un ascenso o los jóvenes que van maltratando a mendigos por el simple placer de hacerlo. Y, a veces, sólo a veces, cuando en lugar de un maltrato hay una muerte y una cámara está presente, entonces es cuando la sociedad se echa las manos a la cabeza y piensa: ¿Qué estamos haciendo mal?

Ya advierten muchos profesionales que los trastornos de personalidad van en aumento. Futura carne de psiquiatra en abundancia, señores. Si quieren una profesión sanitaria con futuro en España hagánse geriatras, psicólogos o psiquiatras. Trabajo no les va a faltar. Bueno a los psicólogos puede que un poco. Es que los pacientes, como que no se quedan contentos si no les das las pastillitas.

13 comentarios sobre «No eduquemos a nuestros hijos, creemos psicópatas para mañana»

  1. Este vídeo ya me lo pasó una amiga. Chapó lo que ha dicho, tal y como comenté en mi blog hace unos días. Hoy día no puedes ni mirarles mal porque te denuncian.

    Afortunadamente van a reformar el código civil para permitir nuevamente el dar cachetes a los hijos como medida correctora. Esperemos que no anden las organizaciones de turno pidiendo sobreprotección al menor, porque con lo que ellos quieren la sociedad va a acabar completamente descarriada, a manos de completos irresponsables.

    Ains… cuántas generaciones echadas a perder…

  2. Ole, ole y ole. Muy buen artículo. Desde luego, aún no has cerrado Medtempus y ya me está dando pena. La verdad que este artículo no es tan «científico» como otros, pero me gusta lo que dices y cómo lo dices; las cosas claras y el chocolate espeso. ¿Tolerancia a la frustración? Quita, quita, no vaya a ser que el niño se traume… ¿Decirle que no? ¿Pero eso no era en los colegios de curas, con la foto del Caudillo? Y luego nos extrañamos de los engendros que salen…

    Ah, por cierto: el vídeo de la niña, hinchante 😀 («se te nota que estás muy bien educada» ¡dishh! ¡hachazo!)

    Un saludete

  3. Muy buena entrada de blog, como todas las que he tenido ocasión de leer en tu página, enhorabuena. Y el video del juez Calatayud sencillamente magnífico, cuántas verdades como puños en tan poco tiempo.

    Descubrí hace unos días y por casualidad esta web y me suscribí a los avisos por mail. No he tardado mucho en animarme a escribir y espero seguir haciéndolo.
    Un saludo Shora 😉

  4. Si necesitas un cachete es que ya has perdido la guerra. Nunca un cachete ha servido para nada sino para desahogar la frustración paterna o materna. Podrás conseguir que tu hijo te tema, lo cual no tiene nada que ver con el respeto.
    El problema de base es que es mucho más fácil trabajar que educar a tus hijos, y eso te lo cuenta cualquiera. ¿Horarios draconianos? Casi nunca obligados. Distinto es que tu elección en la vida haya sido tener una casa más grande o en mejor sitio a cambio de cuidar a tus hijos, porque significa que has vendido a tus hijos por una casa.
    Trabajamos mucho por cosas innecesarias. Muchas veces he escuchado la frase «quiero que mis hijos tengan lo que yo no tuve» a personas que se apuntaban a cualquier tipo de trabajo extra, doblajes, guardias, etc. Es un error colosal. Hay que preocuparse porque los hijos tengan lo que un tuvo, y si puede ser mejor, pero no necesariamente más. Y casi todos tuvimos una madre en casa, o si no, vivíamos en una comunidad mucho más amplia de tíaos y tías, primos, vecinos de toda la vida, etc.
    Lo que está claro es que los nacidos en los 60 y 70 hemos sido unos mediocres hijos y unos pésimo padres.
    Shora, todavía no he entendido si cierras y te mudas o si te desdoblas.
    Suerte.

  5. Si ya lo dice la mítica fraase: «la culpa es de los padres que…»

    Ahora en serio, con que los padres tuvieran unas nociones básicas de educación se evitarían muchos problemas de la juventud. Supernanny o SOS adolescentes mostraban mucho eso, la mayoría de los problemas del niño eran porque los padres se desentendían de él.

    Y respecto a lo del cachete no es que me parezca un método eficaz de educación, pero si que creo que hay momentos muy concretos en los que una colleja, un tirón de orejas… pueden ser eficaces ya no como daño físico (que un soplamocos sólo haría que el niño tuviera miedo), sino como toque de atención, una forma algo contundente de indicar que hay que cortar esa conducta.

  6. Yo no tengo tan claro que sea tan evidente generalizar estos comportamientos a todos los que tenemos hijos menores en estos momentos. No me considero ni mejor ni peor padre que otros que me rodean; tampoco hago demasiado caso a los cientos de artículos semipsicológicos sobre educación infantil que se pueden encontrar en cualquier parte.
    Para mí, educar a mis hijas es un acto de intuición y sentido común: no necesito que un experto me diga que hay que decir «No» de vez en cuando a los niños, para darme cuenta de que es la única manera de convertir a un pequeño tirano en un ciudadano responsable. No necesito que un experto me diga que «No hay que dar un cachete a un niño» para saber que, sin ser un método educativo eficaz, alguna vez esporádica es la única manera de cortar de raíz comportamientos intolerables.
    No siempre es fácil tampoco seguir las normas educativas que tú mismo te marcas: a veces el cansancio, el estrés o lo que sea hace que trates de hacer que el niño te dé la tabarra lo menos posible. Pero, en general, siempre hay tiempo que dedicarles, para jugar con ellos, para ver unos dibujos animados con ellos o para enseñarles cualquier cosa. Creo que tratar de encontrar esos buenos ratos, aunque sea un poquito cada día, es fundamental.
    Ojalá no me equivoque y no tenga que arrepentirme de estas palabras dentro de unos años, pero a día de hoy estoy convencido de que conseguiré hacer de mis hijas unas personas socialmente sanas, cívicas y comprometidas. Si además consigo que amen la ciencia ya será de nota 🙂

    Saludos

  7. Ay!! Cuanta gente que debería leer esto y escuchar bien el vídeo, no llegará a conocer este post.

    Totalmente de acuerdo! Tener un hijo implica muchas cosas y una de ellas, probablemente la más importante, es la educación. Vivimos en un mundo bastante «difícil» y esperar que el niño aprenda sólo todo lo que necesitará saber para que le vaya bien, es mucho esperar.

    Los padres deben castigar y premiar, dirigir y aconsejar, educar y enseñar, etc. Generalmente no vale eso de «soy colega de mi hijo». El padre debe ser una entidad «superior» a la que respetar desde un principio. Una vez que el niño ha crecido y ya es adulto, por supuesto que me parece que la relación debiera ser casi de igual a igual, pero eso si, nunca antes de tener a una persona adulta como hijo.

    Quizá a alguno no le guste eso de «dirigir» pero es una responsabilidad exclusiva del padre. Un niño nunca podrá tomar las decisiones correctas, podrá gustarle más una u otra, pero es el «padre» quien debe decidir y quien no debe eludir esa responsabilidad. Poco a poco hay que educarle en el arte de la toma de decisiones, pero las importantes deben sera asumidas por los padres.

    Nunca había mirado este tema desde este enfoque, y me ha encantado tu artículo. Supongo que la «mala» educación favorecerá en gran medida el número de trastornos psicosociales.

    Un ejemplo lejánamente parecido que conozco es el del montón de «niños de papá» que se «pasaron» con las drogas y ahora abarrotan los hospitales psiquiátricos de la zona que por cierto son carísimos.

  8. mencanta:

    «Shora, todavía no he entendido si cierras y te mudas o si te desdoblas.
    Suerte.»

    Lo que haré será dejar este blog tal cual está, no lo borraré. Su última entrada será para decir que comienzo a escribir en Soitu. Y ahí comenzaré a escribir, aprovechando ya de paso, muchas de las antiguas entradas de este blog que mucha gente no conoce y que han sido interesantes para aquellos que las han leído. E iré escribiendo cosas nuevas, y utilizando también artículos de MedTempus.

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