Si tuviéramos que elegir el sistema de transporte más seguro y cómodo, además de barato, el tren sería uno de nuestros principales candidatos. Cada día miles de personas en España se montan en estos vehículos acoplados a raíles metálicos sin más preocupación de si llegarán puntuales a sus citas o tendrán espacio en el vagón para meter sus abultadas maletas. Y, así, el viaje transcurre sin traumas y con tranquilidad junto con el leve traqueteo del Talgo.
Casi resulta imposible creer, dada la aceptación actual de la sociedad a los trenes, que la aparición del ferrocarril levantó muchas ampollas. El miedo y la ignorancia a lo desconocido, a lo nuevo, hizo que muchas personas temieran a esta enorme máquina metálica y estuvieran especialmente deseosas de prohibirla. En general, las preocupaciones se basaban en tres pilares: Peligros ambientales (las únicas razones medianamente justificadas), sociales y médicos.
Los mitos en torno al ferrocarril, que hoy podrían parecernos caricaturescos y absurdos, se propagaron con fuerza entre las sociedades industriales del siglo XIX que adoptaron el ferrocarril como medio de transporte. De hecho, conforme más se extendía el uso del ferrocarril más miedos aparecían en torno a la población.
Entre las muchas cosas que se dijeron de él encontramos afirmaciones como que era algo antinatural, que corrompía la moral de las comunidades tradicionales y que el humo que expulsaba el ferrocarril asolaría los campos de maíz y mataría a los pájaros.
El primer pensamiento que podría venirnos a la mente ante tales muestras de ignorancia por parte de la población general del siglo XIX es que los sectores más cultos e ilustrados no compartían esta visión… ¿O quizás sí?
Desafortunadamente, los médicos no se quedaron, ni mucho menos, atrás en esa histeria colectiva en contra del ferrocarril. El fenómeno no se limitaba a que tan sólo unos cuantos médicos opinaran sobre la existencia de gravísimos riesgos para la salud por el hecho de montar en este medio de transporte, es que múltiples revistas médicas y academias de medicina de la época publicaron artículos sobre los peligros del ferrocarril. Unos peligros que, como veremos a continuación, se limitaban a existir exclusivamente en la imaginación de muchos galenos.
Estas son algunas de las afirmaciones que expusieron los médicos del siglo XIX alertando de los riesgos para la salud que ofrecía el ferrocarril:
–La gente podría morir asfixiada si viajaba a velocidades superiores a 32 kilómetros por hora.
-El ser humano no estaba físicamente preparado para soportar las velocidades del ferrocarril, pues sufría un trauma físico por la aceleración y deceleración causado por este medio de transporte.
-Importantes médicos como Freud, Oppenheim y Charcot describieron que algún aspecto del ferrocarril (la velocidad, el riesgo de accidente, la vibración, etc…) dañaba la salud mental al observar a personas que desarrollan fobia o ansiedad a este transporte.
-En 1835, la Academia de Medicina de Lyon se pronunció categóricamente sobre el ferrocarril:
El paso excesivamente rápido de un clima a otro producirá un efecto mortal sobre las vías respiratorias. El movimiento de trepidación suscitará enfermedades nerviosas, mientras que la rápida sucesión de imágenes provocará inflamaciones de retina. El polvo y el humo ocarionarán bronquitis. Además, el temor a los peligros mantendrá a los viajeros del ferrocarril en una ansiedad perpetua que será el origen de enfermedades cerebrales. Para una mujer embarazada , el viaje puede comportarle un aborto prematuro.
-En 1862 la revista Lancet publicó una serie de artículos con el título «La influencia del viaje en ferrocarril en la salud pública». Afirmaban que las vibraciones del ferrocarril, junto con una amplia variedad de factores, causaban un agotamiento físico y mental del pasajero.
Fue la demostración de la seguridad del ferrocarril a lo largo de las décadas la que fue apagando, poco a poco, las críticas injustificadas y el miedo a su uso. Hasta llegar a la actualidad y poder reírnos sobre lo que se decía en aquel entonces.
Ah, si por casualidades de la vida, ustedes piensan que la histeria colectiva que ocurrió con la aparición del ferrocarril es un hecho aislado, están muy equivocados. Sucedió lo mismo con la aplicación de la electricidad en las casas, de la bombilla y, ahora, con los móviles. Somos una especie de costumbres, al fin y al cabo, aunque se repitan cada siglo. Y no hay mayor costumbre humana que soltar chorradas sobre aquello que se desconoce.
Referencias:
‘The Influence of Railway Travelling on Public Health’, The Lancet, 4 January 1862, pp. 15-19; 11 January, pp. 48-52; 18 January, pp. 79-83; 25 January, pp. 107-110; 1 February, pp. 130-2; 8 February, pp. 155-8; 1 March, pp. 231-5; 8 March, pp. 258-60.
Harrington, Ralph. ‘The neuroses of the railway’. History Today, 44:7 (1994), 15-21. ISSN 0018-2753.
Yo conocía la de las aceleraciones, pero no el resto de fobias (¿asfixiado a 32 km? Entonces, cuando venga la galerna, ¿nos metemos en una trinchera?). Y lo que no sabía es que fuese gente «sesuda y con gafas» la que lo soltase. Pero bueno, también es cierto que ir a la Universidad llena de libros tus estanterías pero no te hace más listo , y que el miedo a lo desconocido es inherente al ser humano.
Y, si se me permite lanzar la pedrada del día, ¿qué pensarán los científicos de 2150 sobre los «médicos homeópatas» o los movimientos antivacunación actuales?
«¿qué pensarán los científicos de 2150 sobre los «médicos homeópatas» o los movimientos antivacunación actuales?»
Me imagino que algo parecido a lo que pensamos nosotros ahora sobre los que criticaban el ferroracarril. Aunque… quién sabe… ¿aguantarán tanto tiempo esas modas? Tengo fe en la humanidad y espero que no 😛
Subscribo lo dicho por EC-JPR. Es muy fácil reírse de los errores de nuestros predecesores, pero el siguiente hecho debería hacernos pensar un poco: si examinos la historia, siempre hubo teorías (o «ocurrencias») ampliamente aceptadas que al cabo del tiempo acabaron consideradas como tonterías. Mucho me temo que las generaciones futuras encontrarán motivos para vernos a nosotros (a *todos* nosotros) desde el mismo punto de vista vergonzante.
Por otro lado, lo que hoy nos parecen tonterías del pasado (sobre todo si se da una descripción caricaturizada de lo que ocurrió) en su día tenían mucho de sentido común. En mi campo (Física/Matemática) también es fácil encontrar en el pasado teorías estrafalarias o casos de furibunda resistencia a ideas que más tarde se consideraron acertadas. Pero si se examina el pensamiento de la época, habitualmente se llega a la conclusión de que los equivocados, que hoy consideramos necios reaccionarios, en realidad no eran unos tontos. En muchos casos había más pruebas a favor de lo equivocado que a favor de lo que más tarde se aceptó como correcto. Sólo que con el tiempo aparecieron nuevas pruebas que cambiaron la inclinación de la balanza.
En la historia de la Ciencia, el mostrar a unos como necios ignorantes y a otros como genios incomprendidos suele ser profundamente injusto.
Por cierto, supongamos que alguien, en 1900, dice que el motor de explosión acabará por crear problemas medioambientales, económicos y de convivencia tan graves que se producirán guerras e incluso se desestabilizará el clima del planeta. Qué risa, verdad?
Entiendo lo que dices, pero en este caso concreto se lanzaron a hacer afirmaciones sin pruebas, sin comprobarlo antes. Mi conclusión con este artículo no es que haya necios ignorantes y otros sean genios incomprendidos. Es que todos somos ignorantes (unos más, otros menos) y es necesario contrastar y probar los hechos antes de decir tonterías. Si en el siglo XIX hubieran seguido el método científico antes de decir esas burradas, no las habrían dicho. Vamos, que importa mucho cómo se hacen las cosas. Otra cosa es que, siguiendo el método científico, con unas pruebas limitadas, llegues a una conclusión errónea que siempre puede pasar. Pero, casualmente, es la mejor forma de adquirir conocimiento y acercarse a la verdad pues no hay ninguna manera infalible.
En lo del motor de explosión simplemente se trata de una predicción futura y la evolución cultural y social del ser humano es bastante impredecible. ¿Quién te dice a ti que no podrían haber sacado otro tipo de motor con un tipo de combustible necesario diferente?
Shora, algunas prácticas que ahora consideramos no sólo razonables, sino totalmente científicas, dentro de unas décadas se recordarán como barbaridades que sólo podrían llevar a cabo unos irresponsables. Al tiempo.
En cuanto a mi ejemplo sobre el motor de explosión, lo has entendido pero al revés. Si el motor de explosión se hubiese quedado en una anécdota en lugar de algo tan usado como lo es hoy, la predicción a la que me refiero se hubiese recordado como una sandez. Y sin embargo la predicción en sí era correcta desde el punto de vista científica.
En cuanto a los trenes, en los primeros tiempos el objetivo era construir una densa red de ferrocarriles, incluso dentro de las ciudades. Te imaginas lo que era vivir al lado de una vía por la que circulaban trenes de vapor? Debía ser un ambiente bastante malsano. Lo que decía la Academia de Lyon era parcialmente cierto (y eso que posiblemente eran cuatro gatos que se reunían a charlar, es decir, no creo que fuesen la vanguardia de la Ciencia, precisamente).
Cuantas veces fallan las predicciones sanitarias hoy en día? Aplicar el método científico no garantiza obtener la información necesaria para tomar decisiones correctas.
Trurl, sí, sí estoy de acuerdo en que muy probablemente algunas de las cosas que consideramos razonables ahora serán barbaridades en un futuro. Pero lo que estoy diciendo es que las probabilidades de que eso ocurra mediante la ciencia son mucho menores que si nos limitamos a soltar barbaridades porque sí.
Y no es lo mismo describir unos hechos presentes (como por ejemplo que si vas ahora mismo a la velocidad del ferrocarril no vas a sufrir un trauma físico) que predecir lo que ocurrirá en el futuro. Yo, por lo general, las predicciones las tomo como estimaciones, ¿por qué? Porque hay muchos factores que no pueden predecirse cuando te encuentras en un sistema caótico. Es casi como predecir el tiempo, podrás acertar hasta cierto punto, pero siempre vas a tener un margen de error que no puedes evitar. Y no es que sea una barbaridad, es que la información con la que partes no te da para nada más. Pero una cosa es estimar con un margen de error del 5% que va a llover mañana o no teniendo en cuenta los factores climatológicos y otra es decir que mañana va a llover porque la Virgen María me ha enviado una señal. A ver si me explico… 😛
Sobre tu ejemplo acerca de la predicción del tiempo, lo racional (o «científico», si prefieres) es preguntar quién acierta con más frecuencia. Si la que oye voces en su cabeza gana, pues me fío más de ella.
Tienes demasiada fe (sí, esa es la palabra) en lo que tú llamas el método científico. Mucho me temo que lo que tú tomas como método científico no sería aceptable para un diseñador de experimentos.
Me parece que caes en un error del que ya advertían los textos budistas, y que viene a decir algo así como: «Para alcanzar el Nirvana debes renunciar a todos tus deseos. Ten cuidado, no vayas a desear esa renuncia. Ten cuidado, no vayas a desear el Nirvana».
Dicho sea con todo mis respetos hacia ti y sin ánimo de molestarte.
@trurl:
Ya, pero estamos hablando de cosas distintas. El método científico y la estadística no permiten hacer predicciones infalibles en determinados ámbitos del conocimiento (debido a la existencia de lo que Taleb llamó «cisnes negros» [tengo pendiente leerme ese libro…]). Pero sí permite establecer una hipótesis y estudiar retrospectivamente lo que ha ocurrido, que es la base del experimento científico. Si hubiesen ensayado con los trenes, montando a gente y viendo si realmente se asfixiaban, se hubieran ahorrado la posibilidad de cagarla.
«algunas prácticas que ahora consideramos no sólo razonables, sino totalmente científicas, dentro de unas décadas se recordarán como barbaridades que sólo podrían llevar a cabo unos irresponsables»
¿Por ejemplo? ¿Algo que haya demostrado que sea así y luego se haya visto que no? Y, en cualquier caso, ¿tú crees que se juzgaría como barbaridad irresponsable algo que se ha hecho contando con todas las pruebas disponibles? Se me ocurren ejemplos de cosas que hoy parecen absurdas, pero resulta que ya en su momento carecían de base. Sin embargo, aquellas que hoy se han superado y en su momento tenían un aparente fundamento… qué quieres que te diga, me parecen errores más que aceptables. No obstante, agradeceré ejemplos que me saquen de mi error 🙂
Me parece que estamos en ondas diferentes 🙂
Por qué? Primero, porque distingues entre el método científico y la estadística. Por donde yo me muevo, el método científico consiste en obtener información estadística para asignar un grado de plausibilidad a un conjunto de hipótesis.
Segundo, me pides que indique algo que hoy está aceptado y que dentro de un tiempo se considerará una irresponsabilidad. Te darás cuenta en seguida de eso es un ejercicio bastante inútil, a no ser que quieras archivar esta discusión y continuarla dentro de 40 años 🙂
Sólo mencionaré que, en su día, la Frenología contaba con una amplísima y «rigurosísima» literatura científica, con el respaldo de verdaderas lumbreras.
Si alguna vez tenemos la oportunidad de hablar en un foro más fluido, te podría contar unas cuantas cosas sobre las Matemáticas que quizás te quitasen las ganas de subirte a un avión, cruzar un puente o pasar cerca de un edificio de más de 5 plantas.
jejeje A la par, jefa 🙂 Y, además, grosso modo decimos lo mismo 😀
trurl:
Si oyes voces lo racional es ir al psiquiatra, no ver quién acierta más 😉
No, lo mío no es fe, es una preferencia hacia la opción menos mala y con mejores resultados. Conozco sus defectos y procuro no idealizarla. Pero ten en cuenta que tú me estás escribiendo y enviando un mensaje gracias a la ciencia y que probablemente estés vivo también gracias a ella. Sus logros me parecen evidentes y por eso me habrás leído bastantes veces hablar maravillas de ella.
Lo más curioso es que ningun medico avisaba del peligro de ponerse delante de un tren en marcha XD
Hay una cosa que sí es cierta: que ahora los ferrocarriles son mucho menos contaminantes de lo que eran en el siglo XIX. Entonces los trenes usaban carbón.