Colaboración con eldiario.es
Los dientes de leche, deciduos o temporales, están destinados a tener una vida efímera en la boca de la mayoría de los niños. Surgen en torno a los 6-8 meses tras el nacimiento y empiezan a caerse a partir de los 5-6 años de edad, empujados por los dientes definitivos.
Este proceso, casi universal (algunas personas pueden conservar parte o la totalidad de los dientes de leche), lleva ocurriendo en nuestra especie y antecesores desde hace millones y millones de años. El crecimiento de la mandíbula a lo largo de la infancia requiere la presencia de más dientes con un tamaño mayor, así que las 20 piezas dentales temporales van cayendo poco a poco para dejar paso a los 32 dientes definitivos.
La pérdida de los dientes de leche marca una época en el crecimiento de los niños y en diversas culturas como la española, la francesa, la italiana o la hispanoamericana la mitología establece que un ratón es el encargado de recoger dichos dientes a cambio de un pequeño regalo. En España y desde finales del siglo XIX, el protagonista de esta etapa es el Ratoncito Pérez, que colecciona con misteriosos propósitos las piezas dentales que los infantes suelen dejar bajo la almohada.
Desde el año 2014, sin embargo, el interés coleccionista del célebre ratón es más transparente y útil que nunca. En este año comenzó el proyecto Colección Ratón Pérez, una iniciativa del Grupo de Antropología Dental del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), en Burgos, y de la Unidad de Cultura Científica e Innovación (UCC+i) que busca la recogida de dientes de leche con diversos fines científicos, que van desde el estudio de la evolución humana hasta análisis forenses y odontológicos.
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