Las forma en la que una sociedad capitalista y de consumo influye en cada una de las personas que la componen son sutiles pero evidentes. Con dinero en la mano (o un buen enchufe «typical spanish») se obtienen una serie de privilegios en muchos ámbitos diferentes: Vivienda, coche, viajes… Y si pagas por algo, bien porque lo necesitas, o bien porque crees que lo necesitas (la mayoría de las veces será por lo segundo), tienes derecho a exigirlo con todos tus derechos y todas las críticas que estimes oportuno. Eres un cliente, un consumidor y te han inculcado que tienes siempre la razón.
Sin embargo, quedan aún pequeños reductos (que no sé bien cuánto durarán con tanta privatización) que se libran del modelo de consumo actual, uno de ellos se trata del modelo de sanidad público español. Ahí el modelo ya no es «Tanto quiero, tanto pido y pago» sino que es un sencillo «Tanto necesito, tanto me ofrecen según sus posibilidades». La sanidad, por tanto, no es algo a lo que se acuda, en un principio, por capricho. Se va sólo cuando se estima que es necesario.
Pero no todo en sanidad está libre del modelo de consumo. Tenemos las necesarias especialidades farmacéuticas publicitarias que todos hemos visto en la televisión y que cada uno es libre de comprar cuantas quiera. Eso sí, se trata de un grupo de fármacos bien definidos, seguros y que tratan síntomas y signos menores.
El problema llega cuando el modelo de consumo comienza a invadir al modelo sanitario y la percepción de «necesitar» se va frivolizando hasta el punto de llegar al «creo que necesito». En Estados Unidos, donde su modelo de capitalismo es aún más brutal, la sanidad es mayoritariamente privada y muchísimos medicamentos te los encuentras en los estantes del supermercado, este fenómeno es aún más llamativo.
En España ocurría todo lo contrario, la gente acudía al médico y se medicaba cuando era estrictamente necesario, a veces, incluso algunos se esperaban hasta el último momento. Sin embargo, cada vez nos acercamos más a la percepción americana de acudir al médico y medicarse ante lo mínimo. Que estemos igual que ellos también llegará a su debido tiempo, pero desde luego los ejemplos siguientes creo que hacen pensar hasta qué punto pueden frivolizarse el concepto de salud y enfermedad, además del consumo de fármacos:
- Estados Unidos es el lugar donde más porcentaje de niños son tratados de hiperactividad y déficit de atención. Digo que «son tratados» porque es tal la cantidad de consumo de derivados de anfetaminas para tratarlos (como el Ritalin) que es imposible que todos ellos tengan este síndrome. O los requisitos para realizar el diagnóstico son muy relajados o bien muchos padres acuden al médico para que receten anfetas a sus hijos porque son «demasiado» activos. El problema ahí no se convierte en un asunto de salud, sino de tolerancia. La tolerancia de los padres a aguantar a sus hijos en las fases más activas de su vida. Muchos de los padres que acuden al médico no tendrán realmente un niño hiperactivo, pero da trabajo y tenerlos tranquilos es muy cómodo. Se receta un fármaco, con todos sus efectos adversos y riesgos de dependencia que acarrean, ya no por salud y porque se necesite, sino por la comodidad que aporta. Y como si pagas, lo tienes, pues se convierte en un producto de consumo más.
- La utilización de jarabes para la tos con codeína para sedar a los niños y que duerman tranquilitos es también una práctica más extendida de lo que ustedes se piensan. Aquí, a diferencia de las anfetas para el niño «demasiado» activo, es una práctica que se oculta. La razón es muy sencilla, el jarabe para la tos está contraindicado en niños precisamente por el efecto sedante de la codeína y porque hay bastantes riesgos si no se adecua la dosis. Pero como es algo que se puede comprar sin receta y que va de lujo para tenerlos dormiditos, pues se echa mano de él. Es muy cómodo y, total, es otro producto de consumo más que sale en la tele.
- Las visitas al médico de gente que considera que tiene depresión o ansiedad ante el más leve revés de la vida son muy frecuentes. Ya sea que a alguien le ha dejado la novia, le ha salido mal un asunto familiar o se estresa en el trabajo, cada vez se acude más a consulta por temas así. La tolerancia a todos esos episodios de la vida, que ocurren antes o después, es cada vez menor. Y cada vez se acude más al médico no para tratar el problema sino para ocultarlo.
Para que comprendan la situación en global, lo explico a través de una metáfora. Imagínense que tienen una fractura de radio (en el antebrazo) y acuden al médico, porque verdaderamente lo necesitan, y sólo le piden que les suministre antiinflamatorios para tratar al dolor. La fractura sigue estando ahí pero como si siguen tomándose los antinflamatorios no van a sentir molestias, dan ambos el asunto por solucionado. Absurdo, ¿verdad? Pues es lo que se hace a diario para tratar «lesiones» psicológicas.
Muchas de las veces, el paciente describe un problema mental ante algo externo que no es sino una respuesta normal ante esa situación. Es normal estar alguna vez con «bajón» o con una temporada con más ansiedad de lo normal por jaleos del trabajo. Somos humanos, seres emocionales y lo anormal sería mantenerse impasible ante cualquier circunstancia. Pero como el paciente no sale contento de la consulta si no es con la receta de unas pastillitas, hay quienes terminan siendo recetados innecesariamente. Porque no se tratan de verdaderos cuadros depresivos ni de ansiedad y porque además el tratamiento es meramente sintomático. Están ocultando su problema. Si los jaleos del trabajo o la situación que ha provocado la «depresión» persisten, el tratamiento lo único que va a hacer es paliar los síntomas, pero en el momento en que se dejen de tomar, las manifestaciones volverán a aparecer porque la causa no se ha solucionado. Eso sin contar con los riesgos de efectos adversos y dependencia que tienen estos fármacos.
Pero, claro, es rápido y muy cómodo mirar para otro lado y no tratar de echarle narices y enfrentarse al problema que provoca el malestar. Mejor pienso que es un problema de salud, tomo pastillitas que me receta el doctor, yo me siento mejor, miro para otro lado y procuro pensar que la causa ya no me afecta, aunque me hago dependiente psicológico de esas pastillas que no debería necesitar pero que he utilizado. ¿Para qué voy a ir a un psicólogo, que me ayude a manejar la situación en la que estoy y enfrentarme a la verdadera causa del problema?
Me ha gustado mucho el artículo porque es un asunto sobre el que he reflexionado, pero como en este ámbito me fío más de ti que de mí, me encanta contar con tu opinión.
Las cifras de los niños tratados por un supuesto síndrome de hiperactividad eran escalofriantes hace unos años (hasta hubo un capítulo de los Simpsons sobre el particular) no sé si la moda sigue tan fuerte. Lo más gracioso es que, sin duda, muchos de esos niños se pasan el día bebiendo coca cola.
anuncios en la tele de 10 segundos; blogs, que son como libros con capítulos muy cortitos e independientes; un sandwich en el metro para almorzar; café instantáneo; necesitamos el módulo para las 9, déjalo para presentarlo y ya si eso lo depuramos más adelante; hola, leí tu email ayer, disculpa la tardanza; llevo esperando aquí media hora y todavía no me atienden; vente a mediodía que saco 5 minutos para lo tuyo; nah, yo no me cuido, es que soy así, y desde luego no he estado en un gimnasio dos años y medio, qué pérdida de tiempo, ja, ja; en google hay muchos tutoriales para eso que necesitas, lee alguno; luego te llamo.
viviendo así de eficiente e impacientemente, no me parece raro que prefiramos la pastillita de la felicidad y a otra cosa que sentarnos por tiempo indefinido con el psicólogo.
por lo visto en los 60 se inflaban de seconal allá en américa: la costumbre viene de hace rato, lo que lo hace mucho más difícil de solucionar.
otra cosa, si le dan anfetas a un niño activo, se volverá más activo todavía, no…? no deberían darle un valium mejor…?
también podríamos jugar a predecir el futuro.
– mi mujer me engaña. métame un calambre en el cerebro para que se me olvide, doctor.
– mi mujer es de izquierdas y yo de derechas. métame un calambre en el cerebro para volverme rojo progre rompeespaña como ella, doctor.
– me duele el brazo. ampútemelo pero métame un calambre en el cerebro para que crea que sigue ahí y no me de un trauma psicológico por quedar manco, doctor.
– estoy aburrido. métame un calambre en el cerebro para que crea que no lo esty, doctor.
Administrar anfetamina a un niño hiperactivo hace que su cerebro «se pase de vueltas» produciendo un colapso mental. Es como apagar un incendio utilizando dinamita: la explosión consume todo el oxígeno disponible y el fuego se apaga. Chulísimo verdad? pues ya ven a qué están jugando los papás y los médicos.
Los médicos Shora, los médicos también son cómplices de todos este juego diabólico. Los médicos que firman la receta y miran a otro lado. Y peor aún, los farmacéuticos que siguen vendiéndote el Tranquimacín y el Orfidal cuando la receta caducó hace mil años, o directamente, si hay confianza, cuando no ha existido receta alguna.
El post está bien, pero echo de menos un poquito de autocrítica a la profesión sanitaria.
Sin acritud vale?
Un saludo Shora.
Muy buen artículo, Shora, has mostrado a la perfección lo que ocurre a diario en las consultas 🙂
Lo del jarabe de codeína es muy habitual, incluso hay personas que lo utilizan como sedante suave para dormir por las noches, más efectivo que una tila, sobre todo en época de exámenes, cuando están tan estresadas que a la hora de dormir les es imposible.
También podríamos añadir a los que acuden a la consulta pidiendo que «me receten unas vitaminas, que me encuentro muy lacio», «me receten unas pastillitas de hierro, que este cansancio no es normal, seguro que tengo anemia», «me receten lo que ví el otro día en la tele, que seguro que me viene fenomenal», «me duelen los músculos, mándeme un relajante» etc. Suelen ser personas que somatizan su malestar y como dice Shora, es más fácil empastillarse que pensar qué les ocurre y poner remedio.
Marauder:
«Los médicos Shora, los médicos también son cómplices de todos este juego diabólico. Los médicos que firman la receta y miran a otro lado. Y peor aún, los farmacéuticos que siguen vendiéndote el Tranquimacín y el Orfidal cuando la receta caducó hace mil años, o directamente, si hay confianza, cuando no ha existido receta alguna.
El post está bien, pero echo de menos un poquito de autocrítica a la profesión sanitaria.
Sin acritud vale?»
jejeje, la crítica iba implícita (alguien debe recetar innecesariamente esos antidepresivos y ansiolíticos para que la gente se lo tome). Pero debo reconocer que aquí he sido floja y he pasado el tema muy levemente. Te agradezco que me recuerdes el don de la autocrítica.
Tienes razón, para qué voy a negarlo, los médicos (algunos, no todos) son también cómplices y en lugar de llevar la contraria al paciente es más cómodo darle algo, que se calle y para afuera, que ya me falta tiempo para el siguiente paciente. Es una chapuza terapeútica, una mala praxis y se está malacostumbrando al paciente.
Toda la razón, Shora. ¿Has leído «Un mundo feliz», de Aldous Huxley? Parece mentira cómo, hace más de setenta y cinco años, este hombre pudo prever los derroteros que iba a tomar la sociedad…
Un saludete
Marauder:
«Administrar anfetamina a un niño hiperactivo hace que su cerebro «se pase de vueltas» produciendo un colapso mental. Es como apagar un incendio utilizando dinamita: la explosión consume todo el oxígeno disponible y el fuego se apaga. Chulísimo verdad? pues ya ven a qué están jugando los papás y los médicos.»
Lamento decirte que no demuestras tener demasiada idea de cómo funcionan las anfetaminas en el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, ni de en qué consiste éste trastorno. Tu metáfora está muy bien como demagogia barata y efectista, pero muy alejada de la realidad. Ojo! Comparto gran parte de la crítica que se vierte en el artículo, pienso que existe un sobreuso de ciertos fármacos, y, por tanto, un sobrediagnóstico de ciertas patologías, como es el caso del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y las anfetaminas. Pero eso no justifica que utilizemos explicaciones alarmistas y muy fuera de tono. Existen muchos psiquiatras infantiles y psicólogos, y por supuesto padres, que no «juegan» a nada cuando dan anfetaminas a un hijo que tiene TDAH. Se trata de una medicación que, con una buena indicación, es efectiva en paliar un trastorno que puede ser muy perjudicial para el niño, no lo olvidemos: una persona en pleno desarrollo, que puede verse muy afectada por este trastorno. No quisiera extenderme aquí sobre el TDAH en sí, y sobre el funcionamiento de las anfetaminas u otros fármacos, simplemente quisiera llamar la atención ante lo que me parece aprovechar una crítica muy correcta para hacer demagogia efectista e insustentada.
pues char lee, si él no tiene mucha idea, tú podrías iluminarnos.
He visto que en bastantes farmacias de la ciudad en la que vivo están haciendo una campaña de concienciación e información sobre el TDAH, lo que no está de más, que la tendencia a catalogar de hiperactivo a un niño simplemente nervioso o jugueton se está extendiendo mucho.
Y con los antidepresivos más de lo mismo..pero como dicen por ahí arriba, en muchos casos la culpa es también del médico. Sé de bastante gente que fue a pedir una consulta de psicólogo y psiquiatra y el Médico generalista le recetó tranquilizantes y problema solucionado..
Un saludo!
este tema va mas alla de los remedios también, es solo una pare de como los problemas se toman en la sociedad hoy…como si el dolor no pudiera existir, todos evitan sentirse mal y enfrentar los momentos malos (que inevitables son)…asi como la gente se automedica por comodidad, muchos se drogan desde muy jovenes, se desviven comprando..
bueno nose, es una cosa cultural muy terrible u_u
a mi me impresiona el uso de la televisión y videojuegos en los niños pequeños. los hermanos chicos de mi novio ven muuuuucha televisión (si uno prende la tele llegan a ver contigo como si fuera un imán, aunque uno este viendo el historychannel!), y el más chico (que tiene 4) usa el playstation mejor que yo! no le he dicho mucho a mi suegra, pero es obvio que los deja ver tanta tele para que molesten menos…
Jose: ya dije en mi anterior comentario que no era mi intención extenderme sobre las bases del TDAH y la farmacología… ¡Básicamente porque dispongo de muy poco tiempo! Muy resumidamente, el TDAH es un déficit del sistema de la motivación, o, dicho de un modo más técnico, un síndrome de deficiencia de la recompensa, que se produce por un déficit de neurotransmisores «del placer» (principalmente dopamina, también serotonina y endorfinas) en los circuitos del cerebro implicados en la recompensa. Debido a dicha altereción, a las personas que sufren TDAH les cuesta, por ejemplo, inhibir actividades poco importantes, que tienen gratificación inmediata, pero que alteran sus metas a largo plazo. Para decirlo de algún modo, se «alimentan» de placeres inmediatos, del «presente». Su sistema de recompensa no conecta adecuadamente con los lóbulos frontales (los «planificadores») ni con la memoria, con lo que no son capaces de decidir adecuadamente cuando se trata de acciones que implican obtener estímulos. Otro ejemplo de trastorno en el que se aprecia también un mal funcionamiento del sistema de recompensa son las adicciones. De ahí el uso de medicaciones dopaminérgicas, como las anfetaminas, con la intención de restaurar los niveles apropiados de neurotransmisores en los circuitos de recompensa. Me atrevo a recomendar un librito fabuloso de divulgación sobre el funcionamiento del cerebro humano: «El cerebro: Manual de Instrucciones», de John J. Ratey (editado por Random House Mondadori en la colección «Debolsillo»).
Un saludo!
No tengo tiempo de entrar a fondo en la cuestión, pero me alarman esas menciones al capitalismo. ¿Por qué brutal? Me parece mucho más brutal el comunismo que el capitalismo. O mejor dicho, el comunismo es brutal, el capitalismo no. ¿Por qué creer que se necesita? Nadie está en la mente de los demás como para saber si necesitan o creen que necesitan. Y en cualquier caso, si uso mi dinero (esto es, la traducción en cifras de mi esfuerzo laboral) para pagar algo, ¿por qué no voy a exigir que me lo sirvan de acuerdo con lo que desembolso?
Dices que el capitalismo nos ha adiestrado a pensar así. No lo creo. Yo siempre he sido anarquista, y durante una época de mi vida tuve una profunda conciencia de izquierda. La reflexión, la comparación y la visión de la realidad, me permitieron entender que no estaba siguiendo el camino correcto para mí. Sin embargo, términos tan manidos como «capitalismo brutal» o «consumismo conspicuo» sí son fruto de un adiestramiento que no deriva, en la mayoría de los casos, de una profunda reflexión.
Un saludo.
Gracias Shora por la respuesta. Es encantador en estos tiempos recibir un trato tan exquisito.
Char_Lee:
Demagogo.
Qué interesante.
Nunca me habían llamado demagogo, ni siquiera en el campo de minas en que se ha convertido escolar.net.
Muy señor mío:
antes de hablar de farmacocinética debería usted recordar que todos, absolutamente todos los psicofármacos actúan por exceso. Sus acciones no son «sutiles restauraciones de delicados equilibrios moleculares». Sus acciones son cualquier cosa menos sutiles. De ahí la cantidad de efectos secundarios y contraindicaciones que tienen. Eso es un hecho y lo demás palabras. Las terapias con psicofármacos son un asunto delicado, muy delicado, con el que mucha gente está jugando alegremente, demandando, recetando y vendiendo anfetaminas y benzodiacepinas como si fuesen ác. acetilsalicílico o paracetamol. Mis metáforas, por excesivas que le puedan a usted parecer, sólo son palabras y poco o ningún daño pueden hacer a nadie. Recurrir a los psicofármacos por comodidad o cobardía, como bien dice Shora, sí que hace daño. Y además nos hace daño a todos, directa o indirectamente, esos abusos acaban por afectarnos. Bien sea a nuestros amigos, allegados, familiares cercanos o en nuestro propio pellejo, a todos nos toca tarde o temprano. Así que el tema es como para preocuparse y, por qué no, irritarse un poquito.
Demagogo.
¡¡Uf, qué cosas tan feas nos induce a decir el corporativismo!! Por favor, señor Char_Lee, no vuelva a hacer eso; además de feo es totalmente innecesario.
Marauder:
Permítame precisar: en primer lugar, no le llamé demagogo, dije que su metáfora era demagógica. Asimismo, le rogaría que se aplicase su mismo rasero, y no me acusara de corporativismo sin más, sin saber a qué «corporación» pertenezco. Y, si fuera posible, que rebatiese con argumentos, además de con acusaciones infundadas, aunque comprendo que eso es bastante más difícil. En segundo lugar, usted me comenta que «antes de hablar de farmacocinética, debería usted recordar que todos…». En ningún momento he hablado de farmacocinética (que estudia los procesos y factores que determinan la cantidad de fármaco en el organismo) en mis mensajes, en todo caso he dado un ligero esbozo de farmacodinámica (estudio de cómo los fármacos ejercen sus acciones y de los efectos derivados). Le invito a aclarar estos conceptos, y a no mezclar churros con merinas. Eso enturbia el debate, y eso, señor Marauder, sí que, además de feo, es totalmente innecesario (o, bien pensado, quizá sí que es necesario hacer bastante ruido cuando hay pocas nueces argumentales).
Tan sólo pretendía matizar un mensaje que encuentro demasiado alarmista, y he tratado de justificar por qué es así. Ya dije, y cito de mi mensaje: «Ojo! Comparto gran parte de la crítica que se vierte en el artículo, pienso que existe un sobreuso de ciertos fármacos, y, por tanto, un sobrediagnóstico de ciertas patologías». Estoy completamente de acuerdo con usted en que las terapias con piscofármacos (y con fármacos, en general, que todos tienen, en mayor o menor medida, sus efectos secundarios, contraindicaciones y demás), son un asunto delicado, que requiere de la mejor cualificación. Estoy completamente de acuerdo en que recurrir a los psicofármacos por comodidad o cobardía hace daño, nada que objetar, y nada en contra de eso expresé en mi primer mensaje.
Por otra parte, dice usted: «Mis metáforas, por excesivas que le puedan a usted parecer, sólo son palabras y poco o ningún daño pueden hacer a nadie». Las palabras pueden hacer muchísimo daño, Marauder, pues si convencen, pueden determinar actitudes. Yo siempre he preferido que se convenza con argumentos apropiados, y una buena metáfora por supuesto que siempre puede ayudar a explicar un concepto, pero una mala metáfora puede ser muy perjudicial.
Un saludo,
Char Lee
Char_Lee:
Para no tener tiempo contesta usted mucho y muy rápido rápido.
😉
Me tienta, me tienta usted a contestarle, pero no lo voy a hacer. No tengo ganas de que los comentarios de este blog queden hechos unos zorros. Para eso ya está el blog de Escolar, de lo cual me quejo mucho, así que no voy a reproducir aquí lo que tanto me molesta allá.
Eso sí, hay una cosa en la que me veo obligado a insistir:
Sí que me ha llamado usted demagogo. En los dos comentarios además. Pero no se preocupe, si no ha sido tal su intención no se lo tengo en cuenta. Si realmente tenía usted la intención de hacerlo, pero sólo entre líneas, así como sin querer, sepa que tampoco. La verdad es que me halaga que encuentre usted mis metáforas tan peligrosas por ser potencialemnte convincentes para mentes desinformadas.
(Extraído del DRAE, como respaldo a la argumentación)
demagogo, ga.
(Del gr. δημαγωγός).
1. adj. Que practica la demagogia. U. t. en sent. fig.
2. m. y f. Cabeza o caudillo de una facción popular.
3. m. y f. Orador revolucionario que intenta ganar influencia mediante discursos que agiten a la plebe.
😀
Me ha alegrado usted el día.
Un detalle:
En España ocurría todo lo contrario, la gente acudía al médico y se medicaba cuando era estrictamente necesario, a veces, incluso algunos se esperaban hasta el último momento. Sin embargo, cada vez nos acercamos más a la percepción americana de acudir al médico y medicarse ante lo mínimo.
El problema es que el ciudadano de a pie no sabe cuándo es «estrictamente necesario» acudir al médico. Muchas veces nos dicen que la prevención es lo más importante y otras que ¿por qué vas al médico?
Dejadme que me extienda en el tema (con tu permiso, Shora).
Y ya no tanto para mí, pero cuando tienes hijos la situación de unos padres preocupados es desesperante. ¿Que podemos pecar de hipocondríacos? Es posible. Y creo que eso parte de un error del colectivo médico (por favor, lo digo de buenas, es una crítica constructiva, no os lancéis a mi cuello). Y si no me creéis, haced la prueba: id a un médico que no conozcáis de la Seguridad Social sin tener nada (por supuesto, no digáis que sois médicos), decid que tenéis cualquier dolorcillo sin importacia y a buen seguro saldréis con una receta en la mano. El médico nunca dice que no tienes nada. El porqué, vosotros me lo podréis decir.
Y para mí, hoy día, es un error tener una confianza ciega en el médico; no en el tono divulgador este blog, pero sí cuando me trata a mí o a los míos como paciente. Por un lado, leo en multitud de sitios que el médico, en muchos casos, no sabe lo que tienes y por otro siempre te da una explicación con las suficientes palabras técnicas como para que no entiendas nada y no puedas preguntar.
Alguna vez que a un familiar cercano médico le explicaba que siempre me leo las instrucciones de los medicamentos se reía y decía a un colega: «¡cuidado!, estos son pelogrosos: son de los que se leen las instrucciones». Siempre me dice que me ponga en manos del médico, me tome lo que él dice y cierre los ojos.
Pregunto: ¿debo fiarme ciegamente y al 100% del médico? ¿va a decirme la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
Insisto: va sin ánimo de ofensa.
Salud!
Felicidades por el artículo.
Soy médico de familia y es rigurosamente cierto todo lo expuesto por el autor del blog ( muy brillante ) , pero en descarga del maligno médico que no es capaz de educar al pobre hipocondríaco, hiperfrecuentador que satura las consultas diré que las condiciones de trabajo de los médicos en España tampoco ayudan mucho : tenemos poco tiempo (5 o 7 minutos por paciente para todos los motivos de consulta que quiera proponer) , si el hipocondríaco te pone una queja porque no ha sacado del médico lo que quiere , el médico tiene todas las de perder ……… al final una medicina complaciente y defensiva es la alternativa más fácil en la que a veces caemos.
Hay un aspecto de la medicina en el que el problema (gravísimo, desde mi punto de vista) no es el exceso, sino el defecto de medicación. Me refiero al dolor sin tratar, sea crónico o agudo. Ya he perdido la cuenta de los artículos que alertan sobre esto y, a pesar de que existen fármacos para resolverlo, siguen sin usarse. Me pregunto por qué, si un médico que sufra de estos dolores acudirá sin pensárselo dos veces a la codeína y derivados o a opiáceos más potentes, los pacientes tienen que aguantar con nolotil y antiinflamatorios. La solución pasa, o bien por empezar a curar a los medicos de su opiofobia, o por eliminar la receta obligatoria para este tipo de fármacos. Como se decía en un artículo que trataba este asunto «En muchos casos, el alivio del dolor es lo único que puede ofrecer un médico a sus pacientes y es también lo único que suelen negar.»
Patients in Pain Due to «Opium Phobia»
ec-jpr:
«Toda la razón, Shora. ¿Has leído «Un mundo feliz», de Aldous Huxley?»
Pues no, es uno de esos libros que tengo pendientes de leer por las buenas críticas que recibe por todos lados, algún día.
Atareq:
«No tengo tiempo de entrar a fondo en la cuestión, pero me alarman esas menciones al capitalismo. ¿Por qué brutal? Me parece mucho más brutal el comunismo que el capitalismo. O mejor dicho, el comunismo es brutal, el capitalismo no. ¿Por qué creer que se necesita? Nadie está en la mente de los demás como para saber si necesitan o creen que necesitan. Y en cualquier caso, si uso mi dinero (esto es, la traducción en cifras de mi esfuerzo laboral) para pagar algo, ¿por qué no voy a exigir que me lo sirvan de acuerdo con lo que desembolso?»
¿Por qué brutal? Porque se está llegando un extremo en lo que el dinero y las posesiones importan más que la salud de la gente. Y con eso me refiero a como está la sanidad en Estados Unidos que si no eres rico ni sano (desde el principio) ya puedes rezar para no ponerte enfermo porque no va a haber aseguradora que te reciba.
Te equivocas, mucha gente no compra porque lo necesite, muchísimos (pero que muchos muchos) compran por suplir vacíos emocionales o por aparentar un determinado status ante los demás.
Si estuviéramos hablando de China, también criticaría al comunismo. Todo modelo llevado al extremo es dañino para sus habitantes, sea comunismo, capitalismo o anarquismo.
Estoy de acuerdo con este artículo y con que el uso de antidepresivos y otros fármacos es, muchas veces, excesivo. Supongo que porque estamos acostumbrados a tener rápidamente todo lo que queremos, y esto se extiende al ámbito de la salud. Por eso, cuando tenemos un poco más de ansiedad de lo normal, estrés, estamos tristes… es mucho más cómodo tomarse un diazepan y continuar con nuestra vida, que reflexionar sobre nuestros problemas y enfrentarnos a ellos…
Como anécdota sobre los jarabes con codeína, hace unos años me mandó el médico un jarabe para la tos que tenía codeína, y quise comprobar si tenía realmente efectos sedantes (con la dosis que tomaba no notaba nada). Lo que ocurrió fue que tomé más de la cuenta y tuve que soportar durante un buen rato los efectos secundarios: se me durmió la mandíbula y me empezó a picar todo el cuerpo. No sé por qué tuvo esos efectos, pero ya no lo he vuelto a probar. Por supuesto, esto no se puede hacer con todos los fármacos para evitar la automedicación, pero a algunos les vendría bien un pequeño susto… tendríamos servida un útil aversión.
Pues es muy tranquilizador que hayan cambiado el chip en las facultades, Shora, pero se debería hacer algo mientras se van jubilando los médicos opiófobos, que la gente sufre y el juramento hipocrático se viola todos los días. Una alternativa (sale en la película canadiense Las invasiones bárbaras sería que los pacientes, hartos de la indiferencia de los médicos ante su dolor, se procuraran ellos mismos los analgésicos que tan cruelmente se les niegan vía mercado negro. Y es que se suponía que las leyes antidroga se iban a limitar a restringir los usos «no autorizados», pero han conseguido exactamente lo contrario: que cualquiera pueda comprar heroína menos quienes más la necesitan.
Creo que el que te ha recomendado la lectura de Un Mundo Feliz debería volver a leerlo, porque el Soma huxleyano es una de las pocas predicciones del escritor británico que no se han cumplido con el tiempo. Todos los gobiernos advierten contra la automedicación, y en ocasiones hacen algo más que advertir, como ocurre con las drogas ilegales. Las que sí se han cumplido son todas las demás: condicionamiento pavloviano (publicidad), auge de los deportes de masas, consumo conspicuo y grandes espectáculos que aún no incluyen el tacto, pero todo se andará.
Otra visión de Huxley (corresponde a 1959) que le cualificaría para estar a la altura de Julio Verne:
«Las Constituciones no serán derogadas y las buenas leyes seguirán en vigor, pero estas formas liberales estarán al servicio del enmascaramiento y el adorno de un fondo profundamente antiliberal. En los países democráticos podríamos asistir a una reversión del proceso que transformó a Inglaterra en una democracia. Todos los nombre tradicionales y los eslóganes consagrados seguirán siendo los mismos que en los viejos tiempos. La democracia y la libertad serán el asunto de todo programa y editorial (pero una democracia al más estricto estilo Pickwick). Mientras tanto, la oligarquía gobernante y su élite de bien entrenados soldados, policías y manipuladores del pensamiento y las mentes seguirán dirigiendo el espectáculo como mejor les parezca.»
omalaled:
«Y si no me creéis, haced la prueba: id a un médico que no conozcáis de la Seguridad Social sin tener nada (por supuesto, no digáis que sois médicos), decid que tenéis cualquier dolorcillo sin importacia y a buen seguro saldréis con una receta en la mano. El médico nunca dice que no tienes nada. El porqué, vosotros me lo podréis decir.»
Hombre, eso depende mucho del médico. Yo he visto a bastantes el decir «no es nada». Sin embargo, decir eso es arriesgado o incluso perjudicial para el médico. Por varias razones:
-El paciente acude a consulta porque se «siente» o piensa que puede estar enfermo. Si sale de consulta con un «No es nada», muchos sentirán que o bien no les han atendido bien o están pasándo olímpicamente de su problema.
-A veces, puedes equivocarte con una exploración preliminar de un paciente y resultar que lo que «no era nada» resulta verdaderamente ser algo. Por eso es arriesgado decirlo. Porque nos movemos en márgenes probabilísticos y nunca hay un 100% de seguridad.
Solución, recetas un «placebo» o el antiinflamatorio de turno (paracetamol o ibuprofeno, los más frecuentes) y el paciente sale la mayor parte de veces contento porque se siente tratado y bien atendido.
Es un problema por parte de los dos bandos, pacientes y médicos. Los primeros porque si no salen con la receta no se quedan conformes y los segundos que han aprendido a ceder a las exigencias de los primeros por temas de presión asistencial como ha dicho doctor diabetis.
«Pregunto: ¿debo fiarme ciegamente y al 100% del médico? ¿va a decirme la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?»
En absoluto. Debes confiar, como se confia en cualquier persona, pero no puedes ceder todo a tu médico y dejarlo en sus manos como si fuera un dios. Sobre la verdad… hay tres posibilidades:
-Que te suelte mentirijillas (Ej: Tómese esto y a ver si el dolor desaparece, pero se lo mando, por mandarle algo y casi como placebo)
-Que te diga la verdad, es lo más frecuente. Ten en cuenta que los médicos tienen la obligación de informar al paciente en todo momento.
-Que se reserve la verdad, hasta estar seguro o comunicándolo antes a los familiares. Normalmente en temas delicadillos (cáncer, expectativa de vida corta, etc).
Las mentiras (no mentirijillas) no suelen darse. Básicamente porque no benefician a nadie y son totalmente denunciables.
ddaa:
La verdad es que yo tampoco comprendo ese miedo de las generaciones anteriores de médicos por el uso de opiáceos. No sé si es el hecho de que ellos lo usen tan poco que a nosotros nos lo han repetido en la facultad de medicina una y otra, y otra vez que no debemos tenerles miedo o es que aún no hemos cogido «los vicios» de los que llevan ejerciendo la medicina durante años.
Ahora todo lo queremos arreglar con la píldora mágica: consumismo y comodidad.
Niños hiperactivos… Cualquiera que sea un poco más inquieto de lo normal, lo que por otra parte es bastante normal en la anormal sociedad que seguimos construyendo, es calificado con bastante gratuidad, según mi criterio (no soy psicólogo ni pedagogo, sólo un simple maestro), incluso por profesionales cualificados (¿?) de hiperactividad. Es cómodo para profesionales y familias… se le medica y a otra cosa mariposa (me perdonen los casos reales, sus familias y los profesionales que los diagnostican).
Ansiedad… ¡Pues claro!, ante cualquier revés nos venimos a pique, nos estamos acostumbrando a tener lo que queremos cuando y como queremos, incluso antes de darnos cuenta de que lo queremos… Nos estamos quedando sin capacidad ante las frustraciones… lo siento, se me escapó la palabra, pero ya está dicha… ¡lagarto, lagarto! (Miren si no, por poner un ejemplo simple, los anuncios de bastantes series al terminar un capítulo: «Adelantese… sepa lo que pasa en los siguientes capítulos…», o algo por el estilo). Y eso que no quiero hablar de los préstamos fáciles ¡¡y tan baratos!! que nos ofrecen desde la pantaña… o el llevéselo ayer que ya pagará mañana, o el año que viene…
Claro que desde que el mundo es mundo, o un poco después:
Para dormir a bebés díscolos que querían trasnochar se les mojaba el chupete en azúcar… ¡y en anís! (el coñac, como no es dulce, se ve que no les gustaba).
A las niñas, para paliar los dolores de la menstruación, se les daba «agua del Carmen»… ¡40%! (¿Es una leyenda urbana?).
… Y lo de los plazos hace tiempo que se inventó. En mi pueblo se habla de una familia que pedía un préstamo para irse de vacaciones en verano… cuando sólo veraneaban cuatro «pudientes» y a lo más que llegaban algunas familias era permitirse pagar a plazos la nevera (no he dicho frigorífico) o la lavadora, y la mayoría esperaba (¡que tiempos de insensatos!) a tener el dinero «junto» para comprar lo que quería.
Y supongo que hay un largo etcétera, pero voy a parar porque «se me calienta el paladar».
Saludos no automedicados más allá de las infusiones y algún que otro paracetamol.
Se me olvidaba, a mí también, a veces, me estresa el trabajo, como a casi todo quisque (supongo), pero me jo………aguanto, o hago ejercicio, o pego cuatro voces, o me meto en internet, o escucho música, o leo, o toco música, o paseo, o corro, o me voy de chatos, o cuento chistes, o me los cuentan, o etc., y, a veces, bastantes, hasta me cabreo… pero es curioso, luego se me pasa y.
Muchas gracias por la respuesta, Shora.
Salud!
@ddaa:
Yo fui el que recomendó «Un mundo feliz», así que respondo por alusiones 🙂 Si me dijesen que esa novela la han escrito anteayer, yo diría que el soma es el trasunto del alcohol (y otras drogas) entre los jóvenes (y no tan jóvenes). ¿Que me lo quiero pasar bien? Me emborracho. ¿Que me va mal en clase? Un petilla en el recreo. ¿Que tengo problemas? ¡No pasa nada, mientras el finde me pille un buen ciegazo!
Y no sólo el alcohol (aunque en el día a día es lo que más se le parece); puedes cambiar «soma» por cualquier sustancia (Trankimazin, Valium…) que nos sirve para evadirnos de nuestros problemas.
Por eso se lo recomendé a Shora (y a cualquiera que pase por aquí): porque es el perfecto ejemplo de la mentalidad de su artículo, la de «¿Por qué plantar cara a la realidad, pudiendo subirme a un viaje farmacocinético?»
De todas formas, ddaa, me permito un pequeño offtopic: ¿podrías recomendarme algún comentario al libro de Huxley? En plan típica edición con una adenda en la que se explica el texto… Te estaría muy agradecido.
Un saludete
@ddaa:
Lo olvidaba: ¿has leído «1984»? Ese párrafo que citas de Huxley se le parece… ¿es sólo mi sensación? (es que aún no me he terminado el libro :oops:)
Yo recomiendo leer, en relación al tema de la medicalización creciente de la sociedad, el libro de Jörg Blech «Los inventores de enfermedades» de Ediciones Destino, 2005.
Hable de cómo los médicos i la industria farmacéutica nos convierten en enfermos.
Hola ec-jpr,
Como ya he dicho, el alcohol, los psicofármacos y las drogas ilegales se podrían equiparar al Soma de Huxley -aunque no existe ningún compuesto tan polivalente como esta droga imaginaria- si los gobiernos hicieran prescriptivo su uso, como ocurre en la novela. Sin embargo, que yo sepa, no hay un solo gobierno en el mundo que incite a a la población a consumirlas. En los dos primeros casos se promocionan mediante la publicidad de las respectivas empresas privadas que las comercializan -compensada por tímidas campañas gubernamentales contra la automedicación y el abuso del alcohol-, pero en el de las drogas ilegales toda la publicidad es disuasoria, y esta disuasión va acompañada de la coerción, más o menos salvaje según el país que sea.
Dadas estas circunstancias, es imposible afirmar que Huxley acertara en lo de soma. El día en que haya máquinas expendedoras de todo tipo de sustancias psicoactivas puestas en las calles por el gobierno, podremos empezar a computar este entre sus aciertos.
En cuanto a comentarios sobre UMF, en esta web tienes un montón.