Colaboración con eldiario.es.
Entre los intensos y diversos debates que tienen lugar en el mundo de la divulgación científica hay uno que destaca por repetirse de vez en cuando: «¿En qué lugares y plataformas deberíamos centrarnos para llevar la ciencia a la gente?» Las respuestas a estas cuestiones reflejan gran diversidad de opiniones, especialmente sobre qué ámbitos serían más efectivos, y llevan a preguntas aún más críticas: «¿Son válidos todos los lugares?» «¿Es buena idea participar en actividades con gente que niega la ciencia de forma sistemática o que afirma hechos sin la más mínima prueba como creacionistas, antivacunas, terraplanistas, defensores de los fantasmas o del dióxido de cloro como la cura de múltiples enfermedades y cuyos organizadores y moderadores no tienen interés en destacar la evidencia científica?»
Muchas personas (no puedo dar un porcentaje) en el ámbito divulgador pensamos que no, que no todo vale a la hora de difundir nuestro mensaje. Compartir lugares e intercambiar discursos con personas que arrojan datos manifiestamente falsos o sin ninguna prueba solo lleva a falsos «debates» que no deberían existir. No tiene ningún sentido debatir sobre si la Tierra es redonda o plana o si las vacunas son beneficiosas para la humanidad porque no es una cuestión de opinión, sino de hechos. Poner al mismo nivel a gente que transmite información respaldada por las pruebas con personas que transmiten mensajes demostradamente falsos es, en mi opinión, un error. No puede existir equidistancia ni se le puede dar el mismo valor a los hechos y las pruebas científicas que a las mentiras y los datos falsos porque lleva a la confusión y a la desinformación.
Los programas de Iker Jiménez se han granjeado una buena audiencia desde 2005 precisamente por dar espectáculo a través del misterio y la fantasía invitando tanto a expertos de reconocido prestigio y seriedad como a charlatanes por igual. Sin ningún filtro periodístico, porque lo que importa es el show. No se trata solo de que en sus emisiones la ciencia y los hechos se pongan al mismo nivel que las mentiras y la fantasía, sino que sus narrativas van encaminadas a dejar la puerta abierta a la opción paranormal o a las afirmaciones sin ninguna prueba científica, aunque sepan perfectamente que están vendiendo humo. Incluso aunque se trate historias inventadas o fraudes, como pasó con el Cosmonauta Fantasma o las caras de Bélmez, por citar unos pocos casos, la opción del misterio, la falsa narrativa, siempre queda ahí. Cualquier mensaje, absolutamente cualquiera por muy delirante que sea, tiene cabida en un programa de Iker.
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