Visitando por casualidad la página del periódico 20 minutos hace unas semanas empecé a leer artículos de opinión. Algunos en los que se evidenciaba la ignorancia del columnista de turno, otros en los que los comentarios era para enmarcarlos por las verdaderas muestras de estupidez que algunos mostraban y un artículo que me llamó la atención sobre los demás. Lo pongo a continuación:
A parte de la admiración que sentí por el niño, lo primero que me vino a la cabeza fue la acusación de herejía hacia Galileo por decir que el sol era el centro del universo y no la tierra (aunque tampoco es cierto del todo, ya que es el centro de nuestro sistema solar pero no del universo). Es triste que a día de hoy la gente siga prefiriendo tener fe en mentiras que ver más allá y aceptar la verdad (no sólo en algunos ámbitos de la religión sino ampliado a las personas en general, como autoridades, políticos, amigos, etc).
Y es que cuando la verdad que se muestra no es la que nos gustaría, es más fácil mirar para otro lado y negarlo. Y si entra en conflicto con nuestras creencias lo más fácil es atacar al que nos ha ofendido sin pensar siquiera en si tiene razón o no. Cuando no se puede defender una mentira, lo único que queda es atacar al que la ha mostrado como tal. La verdad, la mayoría de las veces es cruel, dura e insensible. Por eso siempre habrá personas que sientan la necesidad de creer es amigables mentiras que sirvan de apoyo por inestables que éstas sean. Sólo hay que ver como los horóscopos, el tarot y los adivinos siguen presentes en la actualidad. Ahí están, contando mentiras que mucha gente cree para aliviar el sufrimiento de no ser capaz de conocer lo que le deparará el futuro. Cuanto menos fortaleza se tenga para afrontar la verdad, más rápido se caerá en la mentira.
«La verdad os hará libres, la mentira… creyentes.»