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En los últimos años, las drogas psicodélicas han vuelto a suscitar un importante interés científico y médico, como ya ocurrió en los años 50 y 60 del siglo pasado. Sin embargo, la criminalización de estas sustancias y su estigma desde hace más de 50 años provocó su destierro y olvido como posibles medicamentos durante un largo tiempo. Ahora, las drogas alucinógenas vuelven a tener un protagonismo notable en psiquiatría.
Hay múltiples ensayos clínicos en marcha que están evaluando compuestos como el éxtasis (MDMA), el ácido lisérgico (LSD) o la ketamina para tratar diferentes trastornos mentales: depresión, ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo, adicciones, trastorno por estrés postraumático, etcétera. Además, hace tres años las agencias de medicamentos aprobaron un derivado sintético de la ketamina (la esketamina) para el tratamiento de la depresión grave.
De entre todas las sustancias alucinógenas, la psilocibina destaca por la gran atención científica que está recibiendo. Decenas de ensayos clínicos están investigando el potencial terapéutico de este alcaloide, que está presente en setas del género Psilocybe, más conocidas como hongos «mágicos» o alucinógenos. Hace unos días, la revista The New England Journal of Medicine presentó los resultados del estudio más grande hasta la fecha en el que se evalúa la seguridad y la eficacia de un derivado sintético de la psilocibina, en combinación con psicoterapia, para el tratamiento del trastorno depresivo mayor.
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