Colaboración con Eldiario.es.
Hace poco más de un siglo, los españoles se enfrentaban a otra pandemia global que provocó numerosos muertos y sufrimiento: la epidemia de gripe de 1918-1919. Se quedó con el nombre de ‘gripe española’ porque España fue uno de los pocos países que informó abiertamente sobre los estragos de esta enfermedad infecciosa en su población. Esta catástrofe sanitaria puso de manifiesto la grave situación de la Sanidad en el país, con una alarmante escasez de infraestructuras y una raquítica organización estatal de la atención sanitaria. Este episodio de la historia concienció tanto a la población general como a los colectivos médicos sobre la importancia de destinar esfuerzos y recursos en desarrollar un sistema sanitario que pudiera llegar a los diversos rincones del país.
Siguiendo esa dirección, hubo modestos incrementos de los presupuestos de la Dirección General de Sanidad (DGS), dentro del Ministerio de Gobernación, desde 1920. Sin embargo, fue el Gobierno de la II República el que multiplicó considerablemente y en poco tiempo el porcentaje de inversión en este ámbito. Así, el dinero destinado a la DGS pasó de casi 10 millones de pesetas en el año 1931 a más de 31 millones en el año 1933.
Marcelino Pascua, médico y científico de relevancia internacional, estuvo al frente de dicha institución durante este breve periodo de dos años, considerado el ‘Bienio transformador’, en el que intentó establecer las bases de un innovador sistema público de salud.
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