Colaboración con eldiario.es.
La dificultad respiratoria (disnea) es uno de los síntomas clave para sospechar un posible caso de COVID-19. Alrededor del 19% de los pacientes afectados por el coronavirus experimenta este problema de salud con diferentes grados de intensidad en algún momento de la enfermedad. Además, los pacientes más graves sufren con mucha mayor frecuencia disnea (aproximadamente un 50% de ellos), que suele volverse más intensa a los 7-10 días de experimentar los primeros síntomas. Es el reflejo de que el coronavirus ha llegado a los pulmones y está afectando a la función respiratoria, al atacar a las células de dichos órganos y provocar una potente inflamación.
A pesar de lo característica que resulta la disnea en la COVID-19, no todos los pacientes la sufren, ni tan siquiera entre los casos más graves y con una afectación pulmonar notable. Se trata de otro rasgo más dentro de la extrema variabilidad clínica de esta nueva enfermedad. En según qué pacientes, la dificultad respiratoria puede ser inexistente o puede llegar a ser tan intensa como una angustiosa sensación de asfixia, pese a los grandes esfuerzos que se realicen para respirar.
Los profesionales sanitarios en diferentes lugares del mundo están observando que un porcentaje aún desconocido de los pacientes graves por COVID-19 pueden sufrir una afectación grave de la función respiratoria de los pulmones y no percibir, paradójicamente, ninguna sensación de falta de aire o experimentarla muy levemente. Personas que hacen vida normal y que, en apariencia, respiran con facilidad, pero que al realizarles pruebas se descubre lo inesperado: radiografía de tórax que muestra neumonía con «encharcamiento» de los pulmones y pulsioxímetro (un aparato sencillo que se coloca en el dedo) que marca una saturación del oxígeno en sangre sorprendentemente baja. En circunstancias normales, estos individuos apenas podrían moverse y estarían luchando por respirar debido a los bajos niveles de oxígeno que llegan a su cuerpo y, sin embargo, realizan actividades cotidianas, ajenos a su asfixia silenciosa.
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