Colaboración con eldiario.es.
Una gran parte de las complicaciones que sufren las personas afectadas por la COVID-19 no se produce por el propio coronavirus, sino por una respuesta inmunitaria desproporcionada o alterada. Así, controlar esta respuesta defensiva extrema es clave para disminuir la mortalidad por esta enfermedad infecciosa. Sin embargo, limitarnos al sistema inmunitario para explicar qué ocurre en la infección es simplificar una compleja historia microscópica donde son protagonistas las diversas células del cuerpo humano y los viriones (partículas virales) de SARS-CoV-2.
Los estragos que el coronavirus provoca en las personas afectadas de mayor gravedad por la COVID-19 son bien conocidos por los profesionales sanitarios que las atienden en las UCI. Los pulmones se encharcan hasta tal punto que el individuo se asfixia a pesar de los grandes esfuerzos que haga por respirar, y también pueden producirse coágulos sanguíneos que terminen afectando a diversos órganos y tejidos, hasta el extremo de provocar fallo multiorgánico.
Aunque las consecuencias a simple vista de los daños por la COVID-19 en su forma más grave son bastante bien conocidas, los efectos en el mundo de lo microscópico presentan muchas más incógnitas. Un gran equipo de investigadores de diferentes hospitales y centros de investigación de Estados Unidos ha publicado recientemente en la revista científica Nature los resultados de uno de los mayores estudios sobre cómo el nuevo coronavirus daña a las células del cuerpo humano y cómo estas intentan, sin éxito, reparar este daño. La investigación ha sido posible gracias a la creación de un gran biobanco –con 420 muestras procedentes de autopsias de fallecidos por la COVID-19– desarrollado para estudiar en profundidad esta enfermedad.
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