Colaboración con eldiario.es.
Durante los peores momentos de la pandemia, allá por marzo y abril, las mascarillas se convirtieron en uno de los artículos más escasos y demandados en todo el mundo por la pandemia de coronavirus. En cuestión de semanas, los pedidos de mascarillas FFP y quirúrgicas se dispararon, mientras que las empresas responsables de su fabricación eran incapaces de cubrir la enorme demanda. Tal era la escasez que numerosos profesionales sanitarios en España tuvieron que reutilizar mascarillas durante más de una semana y algunos incluso más de un mes. Ante este panorama, las mascarillas falsificadas, sin garantías de eficacia, entraron en tromba en multitud de países gracias a la desesperación generalizada por conseguirlas.
En un segundo plano, más allá de la mediática y grave carencia de mascarillas, otros preciados elementos usados para prevenir contagios por coronavirus también amenazaban con escasear del mercado: los geles hidroalcohólicos. El Gobierno tomó medidas excepcionales para asegurar el abastecimiento de estos productos. Entre las decisiones que se tomaron, se permitió el uso especial de bioetanol (alcohol de origen vegetal) para la producción de geles hidroalcohólicos, junto al resto de países de la Unión Europea. Además, para aumentar la disponibilidad de estos artículos, múltiples empresas de destilería, de cosmética y de perfumes se reconvirtieron para producir geles hidroalcohólicos. Así, de forma excepcional, la Agencia Española del Medicamento (AEMPS) autorizó la fabricación de soluciones y geles hidroalcohólicos a 9 empresas fabricantes de cosméticos y medicamentos y también autorizó a todas aquellas empresas que fabricaran alcohol etílico (como las destilerías) su uso para elaborar estos productos de higiene de manos.
Esta drástica reconversión de distintas industrias para incrementar sustancialmente la producción de geles hidroalcohólicos contaba, sin embargo, con una importante restricción: la demostración reglamentaria de la eficacia desinfectante, en general, y viricida, en particular, de estos productos. El proceso para que un gel o solución hidroalcohólica se comercialice como biocida (es decir, como «desinfectante», «antiséptico» o «viricida») es largo, lento y requiere la realización de ensayos especializados que demuestren actividad contra virus, bacterias, hongos y/u otros microorganismos. Además, la AEMPS debe revisar y conceder la autorización a estos productos que quieran venderse como desinfectantes. La consecuencia de este proceso es que la mayoría de geles hidroalcohólicos presentes en el mercado son higienizantes: cosméticos que no ofrecen las garantías de los biocidas y no están obligados a tener efectos desinfectantes. Estos geles cosméticos tienen como finalidad limpiar las manos y la legislación impide que puedan tener alegación de carácter biocida, como, por ejemplo, «antiséptico», «desinfectante», «sanitizante», «efectivo contra coronavirus» o cualquier otra reivindicación que refiera protección frente a la contaminación o infección por microorganismos, ya que su efectividad desinfectante no está comprobada ni garantizada.
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