Poder felino: Los gatos paracaidistas

Me encantan los gatos, después de los perros, son los animales de compañía que prefiero. Son orgullosos, independientes y ágiles, muy ágiles. Y si no que se lo digan a la dueña de este gato que después de estar 8 días encaramado a un árbol, cae a una altura de 24.3 metros aproximadamente, dice «Miau» (que no hace falta saber mucho de gatos para pensar que vendría a ser en esa situación un «Ay») y sale corriendo tan pancho.

Aquí el video donde aparece y que demuestra la facilidad que tienen los gatos para caer de pie siempre que haya una distancia mínima para darse la vuelta:

 

Al fenómeno de los gatos paracaidistas también se le llama el fenómeno del gato volador (sí, algunos conocerán este último término de una rallante canción que repetía una y otra y otra vez: «El Gato Voladooor»…). Se denomina así a un gato que ha caído desde una altura superior a siete metros. Gracias al increíble sentido de equilibrio del gato, es capaz de darse la vuelta y entonces se encoge con las patas estiradas para amortiguar todo lo posible la caída. Aunque este mecanismo no es infalible y aún así pueden sufrir diversas fracturas, heridas o incluso la muerte.

Aquí veríamos un gato «paracaidista» en acción (nótese como se da la vuelta, estira las patas y encoge el resto del cuerpo):

Gato cayendo

Sucede también algo paradójico y es que hay más posibilidades de que un gato salga peor parado de una caída de un primer piso que de un segundo o un tercero. Esto se debe a que el tiempo para reaccionar es menor y también para adoptar la postura de amortiguación comentada anteriormente. Por esa misma razón no hay una relación directa entre la altura de la caída y el daño sufrido tras ésta. Además, momentos antes de tocar el suelo el gato se estira para aumentar al máximo su superficie y con ello el rozamiento con el aire (forma similar a un paracaidas) y se frena poco a poco la caída.

Incluso existe un teorema del gato paracaidista para dar un ejemplo de la teoría de Gauge. Los matemáticos y físicos quizás lo disfruten pero para mí eso es como leer chino mandarín.

El caso es que el mecanismo exacto por el cual el gato conseguía salir ileso de este tipo de caídas era desconocido hasta 1894. Recojo aquí la anécdota que resulta muy interesante traducido de un pasaje del libro «Weird Experiments» (Una lástima que el libro sólo esté de momento en alemán…)

«En 1894, la Academia de Ciencia de Paris solicitó «una explicación física de cómo el gato es capaz de aterrizar de pie después de caer de gran altura». Para los que no era científicos, la respuesta era fácil: Simplemente los gatos poseen una gran habilidad para moverse ellos mismos en el aire que pueden situar las patas debajo para el aterrizaje. Pero la gente más metida en materia sospechaba que debía haber alguna explicación física compleja relacionada con ello.

El problema consistía en que un gato que se está cayendo no tiene nada desde donde empujarse. Cada vuelta que da con sus cuartos delanteros provoca que los traseros giraran en la diracción contraria. Medio giro en el sentido de las agujas del reloj por delante consistía en medio giro en contra del sentido de las agujas del reloj por detrás. Teóricamente, el gato debería caer completamente torcido y, obviamente, ese no es el caso.

Al principio, los investigadores asumieron que el gato utilizaba las manos de los investigadores para coger impulso y realizar el giro (el experimento era cutre cutre y se hacía tirando a los gatos directamente con las manos). Pero incluso atando las patas individualmente con cuerdas para evitar que fueran empujados antes de caer no evitó que terminaran cayendo a cuatro patas.

El misterio fue resuelto finalmente por un médico francés: Étienne Jules Marey. Marey inventó gran cantidad de dispositivos mecánicos, incluyendo una grabador cinematográfico (los hermanos Lumiere lo inventaron poco antes) que podía captuar la imagen de un gato cayendo a 60 imágenes por segundo. En la demostración de la película, algunos físicos aún dudaban de que la rotación fuera posible sin que el gato se empujara a través de algo. Pero un físico lo miró con más cuidado y se dió cuenta del truco del gato.

El movimiento ocurre en dos fases:

Primero, el gato gira sus cuartos delanteros hacia el suelo y entonces (en la misma dirección) los cuartos traseros. El cambio de posición de las patas entre las dos fases permite a la zona delantera y trasera del gato repelerse la una a la otra
El gato usa el mismo principio que el de un patinador de hielo haciendo una pirueta: Encogiendo los brazos para girar más rápido y extendiéndolos para girar más lentamente. El gato hace ambos movimientos simultáneamente: Encoge los cuartos delanteros y estira los cuartos traseros. De esta forma es capaz de dar rápidamente medio giro de sus patas delanteras hacia el suelo, mientras que las traseras terminan girándose sólo un poco en la dirección contraria debido a la resistencia creada por la extensión de las patas traseras. Para situar adecuadamente estas patas traseras, el gato invierte el procedimiento. Extendiendo las patas delanteras y encogiendo las traseras.

Pronto, las grabaciones de Marey marcaron un inicio en la filmación de animales mientras caían. Se tiraban perros, conejos, monos y, en un estudio, un «pequeño conejillo de indias gordo», el cual, sorprendentemente, giraba su vientre 180 grados, para asombro de los investigadores.

En 1960, un investigador reunió 70 años de investigación sobre los gatos paracaidistas: «Como se puede ver, la forma en la que los gatos se dan la vuelta plantea muchos problemas interesantes, aunque la solución no sea de gran importancia práctica (excepto para los gatos).»

En fin, parece que las primeras investigaciones con gatos cayendo eran poco más serias que este pseudoexperimento (en donde no hay tiempo para que los gatos se den la vuelta), aún así tiene su encanto (mientras caigan en blandito):

 

5 comentarios sobre «Poder felino: Los gatos paracaidistas»

  1. Jo, esto me ha recordado que hace años, cuando iba a ver a una amiga a su casa, su hermano mayor tiraba el gato por la ventana del segundo piso o por el balcón para hacerme rabiar. Por suerte, al pobre nunca le pasaba nada, pero aun así yo siempre me asustaba.

  2. gatitos powa =3
    yo mejor no tiro a mi gato por la ventana que vivo en un decimo piso XD
    estaria gracioso tirarlo y que se agarrase a una de las ventanas de mis vecinos xDDDDDDDD todos sorprendidos de que hubiera un gato en su casa, ¿os imaginais? XDDD

  3. El gato procuraba huir cada vez que veía al chico, aunque estuviera en la planta baja y a 20 metros de la ventana 😛 Pero a veces le pillaba desprevenido y no le daba tiempo a escapar.
    No sólo hacía eso sino que además a veces lo tiraba encima del perro que tenían en el jardín (ya hay que ser…)

  4. Seguro que lo pasabas tu peor que el gato, que lleva en los genes tirarse o caerse por los sitios.
    Ya tenia mala leche.

    Oye, el gato no le veia las intenciones al hermano este y huia o se revolvia cuando se le acercaba a la ventana?

    Supongo que lo haria en un casa unifamiliar y caia dentro de su terreno. Porque si lo tiraba a la calle, luego habría que ir a buscarlo y despues del susto, seguro que no queria volver.

Los comentarios están cerrados.