Colaboración con Hipertextual.
Hace más de 30 años, concretamente en 1988, aparecía en España el primer fármaco inhibidor de la bomba de protones (IBP): el famoso omeprazol. Un producto que, a diferencia de otros medicamentos anteriores, poseía una gran eficacia y seguridad en el tratamiento de las úlceras de estómago y duodeno y del reflujo gastroesofágico.
Fue el principio de una revolución farmacológica en este campo a la que fueron sumándose con el tiempo más medicamentos de la misma familia (lansoprazol, pantoprazol, esomeprazol…). Hoy en día, los IBP se encuentran entre los medicamentos más consumidos en España y en otros países occidentales.
Su popularidad es tal que están totalmente integrados en nuestra cultura, bajo el nombre de «protectores gástricos». Sin embargo, ¿cuál es la realidad tras el apodo de estos medicamentos?
Como su propio nombre indica, los fármacos de esta familia actúan mediante el bloqueo de las bombas de protones presentes en el estómago. Estas bombas son canales proteicos presentes en las membranas de las células que recubren la superficie de dicho órgano y que liberan protones (H+) para acidificar el jugo gástrico. Gracias a estas bombas, el interior del estómago puede llegar a ser muy ácido (pH entre 1.5 y 3.5), más incluso que el zumo de limón. Cuando los IBP inhiben de forma irreversible las citadas bombas, estas dejan de liberar protones a la cavidad del estómago y, por tanto, el pH aumenta (es decir, la acidez disminuye).
Seguir leyendo en: El omeprazol o los mal llamados «protectores gástricos», los medicamentos que ganan en consumo obsesivo