Colaboración con Muy Interesante.
Nada ha moldeado tanto la historia de la humanidad como los letales seres del mundo microscópico. Sus efectos, en forma de enfermedades y muertes, han afectado tanto a emperadores, presidentes y reyes como hasta al más humilde de los ciudadanos y han influido más en el rumbo de la historia que todo el conjunto de protagonistas humanos y conflictos bélicos. Las pandemias son el fenómeno más extremo del poder destructivo que pueden tener los agentes infecciosos, cuando son capaces de extenderse por el planeta y transmitirse entre los habitantes de cada país. La guerra biológica que libramos contra virus, bacterias y otros microorganismos va irremediablemente unida a nuestra existencia y, por tanto, nuestro futuro depende en gran medida de estar preparados frente a ellos. La pandemia de COVID-19 se ha convertido en un triste recordatorio de este hecho.
Tras las grandes epidemias y pandemias que han afectado al ser humano a lo largo de su existencia no hay malvados gérmenes que buscan causar daño y sufrimiento, sino simplemente puro azar y selección natural. Se trata de una larga historia llamada evolución que comenzó a escribirse hace aproximadamente 3 500 millones de años, cuando surgió la vida en la Tierra. Un relato biológico en el que no hay ni buenos ni malos y que está compuesto por sucesos fortuitos encadenados que han llevado a la supervivencia de unas especies y a la extinción de muchas otras. Parafraseando la célebre frase del genetista Theodosius Dobzhansky: «Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución», tampoco las pandemias.
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