Aguas duras y cálculos renales

Colaboración con el Cuaderno de Cultura Científica.

Agua
Foto: Andres Siimon / Unsplash

Los cálculos renales, más conocidos como «piedras en los riñones», son un problema médico muy frecuente. Se estima que en torno al 10 % de la población sufrirá en el algún momento de su vida estos dolorosos pedruscos que se forman lentamente a partir de la cristalización de diferentes compuestos en la orina. El tamaño y la forma de dichas piedras puede ser extremadamente variable. En la actualidad, el cálculo renal que ostenta el récord mundial por sus dimensiones se detectó en un paciente de Sri Lanka en 2023. Imposible que el guijarro pasara desapercibido: contaba con 13,4 centímetros de largo y 800 gramos de peso.

En la gran mayoría de los casos (alrededor de un 75 %) los cálculos renales están compuestos por calcio. En menor medida, pueden estar formados por ácido úrico, cistina o estruvita (magnesio y fosfato de amonio). Múltiples factores influyen en la producción de dichas piedras: alteraciones en el pH que causan una orina demasiado ácida o básica, ciertas enfermedades como infecciones urinarias o hiperparatiroidismo, concentración elevada de ciertos compuestos en la orina por razones genéticas, ambientales o estilos de vida, déficit de inhibidores de la formación de cálculos…

¿Y el agua de grifo?

En la cultura popular está muy extendida la idea de que la composición mineral del agua que se bebe influye en la aparición de las piedras en los riñones. Según esta creencia, el consumo de aguas duras (especialmente aquellas con una elevada concentración de calcio) favorecería la generación de cálculos con el paso del tiempo.

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