Descubierta la clave para “educar” a las células del corazón

Colaboración con El País:

Células madre cardíacas

Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en todo el mundo. Cada año, entre 17 y 18 millones de personas mueren debido a ellas. Entre estas enfermedades, el infarto al corazón es una  de las principales preocupaciones de la salud pública. Por sí sola causa alrededor de 9.5 millones de muertes anuales, el 11 % del total de muertes en el mundo.

El infarto cardíaco se produce por una falta de aporte de nutrientes y oxígeno a las células cardíacas. En la absoluta mayoría de los casos, se debe al bloqueo de los vasos sanguíneos que nutren al corazón (las arterias coronarias) por depósitos de grasa (arteriosclerosis) y coágulos de sangre (trombosis). Como consecuencia, las células cardíacas, especialmente las musculares (llamadas cardiomiocitos), mueren «asfixiadas» tras varios minutos sin recibir aporte sanguíneo. Así, el tejido cardíaco muerto no solo es incapaz de latir, sino que se convierte, poco a poco, en una cicatriz que puede interferir con la funcionalidad global del corazón hasta provocar un fallo cardíaco y la muerte.

Desafortunadamente, los actuales tratamientos médicos poco pueden hacer por el tejido cardíaco una vez que ha muerto. Tan solo se pueden paliar los síntomas e intentar retrasar que este tejido sea todavía más perjudicial para el corazón. En realidad, solo hay un tratamiento realmente curativo: el trasplante cardíaco. Sin embargo, existe un gran desequilibrio entre los donantes y los solicitantes de tan preciado órgano. Sencillamente, no hay corazones para todos y es un problema que irá a más con el envejecimiento progresivo de las poblaciones occidentales.

 

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