Colaboración con Investigación y Ciencia.
Los linfocitos T-CAR (linfocitos T provistos de receptores quiméricos de antígenos) están siendo una revolución contra el cáncer. Gracias a las inmunoterapias, en las que se emplean estas células inmunitarias modificadas genéticamente, se ha conseguido la curación de pacientes con varios tipos de cáncer de células de la sangre que eran incurables con los tratamientos convencionales.
Sin embargo, múltiples tumores sólidos siguen siendo un desafío para estas terapias debido a que están rodeados por múltiples defensas que suprimen o atenúan la respuesta inmunitaria. Los linfocitos T son, en muchos casos, incapaces de infiltrarse, activarse y proliferar en este tipo de tumores para destruir las células cancerosas. Por otro lado, estas neoplasias pueden esquivar el reconocimiento de los linfocitos T y bloquear el efecto de moléculas inflamatorias y anticancerígenas como algunas citocinas.
Desde los años 80 se sabe que altas dosis de una proteína llamada interleucina-2 (IL-2), producida de forma natural en el cuerpo humano, ayuda a los linfocitos T a derribar las barreras de los tumores sólidos. La IL-2 potencia la respuesta inflamatoria, la proliferación de linfocitos y la destrucción de tumores. Por esta razón, esta molécula se emplea en casos complicados de cáncer como el melanoma con metástasis o el cáncer de riñón en una fase avanzada. Desafortunadamente, el uso de la IL-2 está restringido porque cuenta con una gran limitación: la administración sistémica de esta proteína puede provocar graves efectos adversos: daños en diversos órganos, fiebre elevada y fugas de plasma en los vasos sanguíneos (por un aumento de su permeabilidad).
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