Colaboración con Hipertextual:
2 de la mañana en un pub. Tras unas cuantas copas, a María le entran unas ganas tremendas de ir al aseo y su casa está lo suficientemente lejos para plantearse seriamente ir a un baño público. Hace de tripas corazón y entra al aseo del pub. Ante el sórdido panorama que presencian sus ojos (y que dejamos a la imaginación del lector), pasan por su mente advertencias pasadas sobre los peligros de sentarse en el asiento de un retrete público: «Cuidado, no cojas una enfermedad de transmisión sexual», «Pues yo conozco a alguien que se infectó por sentarse en el váter…»
Para María, ahora mismo el asiento del WC se presenta como una bacanal de gérmenes y perdición. Suspira y, a continuación, realiza las más variopintas acrobacias para usar el inodoro en cuclillas y así evitar cualquier contacto físico o imaginario con el asiento. Tras completar la tarea, tira de la cadena (sin bajar la tapa) y sale del baño para lavarse y secarse las manos y continuar así la noche de fiesta, tratando de eliminar rápidamente de su mente lo que ha visto en esos baños.
Este relato ficticio de María, que resultará familiar y rutinario para muchas personas (salvando algunos detalles), es un ejemplo gráfico de que somos, en general, pésimos valorando los riesgos para la salud de nuestro alrededor. Esto es especialmente cierto cuando nos referimos a microbios y enfermedades infecciosas. Así, los asientos de los inodoros públicos se consideran la encarnación del mal microbiológico y se evita, a toda costa, cualquier contacto con ellos.
Seguir leyendo en: ¿Cuán peligroso es sentarse en un váter público?
Hola doctora
Que bueno que traes a colación este tema, creo que todos hemos ido alguna vez a algún baño público
Un detalle adicional, y que agrava el panorama, es que en ocasiones, además de las tétricas condiciones de esos baños, NO hay jabón para lavarse las manos
¿cuantas superficies toca una persona después que sale de un baño? ese es el riesgo!
Saludos desde Caracas