Colaboración con eldiario.es.
La pandemia de COVID-19 ha dado lugar a intensos debates científicos que, lejos de quedar relegados al ámbito investigador, han traspasado fronteras y laboratorios para llegar a la población general y a los medios de comunicación de todo el mundo. La aparición de un nuevo virus, como el SARS-CoV-2, ha ido rodeada de multitud de incógnitas y datos desconocidos que complicaban y siguen complicando la toma de medidas epidemiológicas y sanitarias. Por ello, la actividad científica ha sido clave para avanzar en el conocimiento del coronavirus y tomar las mejores decisiones. Sin embargo, este proceso dista de estar libre de errores y de estar siempre consensuado entre todos los científicos. Cuando el conocimiento sobre un asunto es limitado, es frecuente que surjan diferentes posturas y discrepancias científicas. En cualquier caso, la ciencia avanza a través de cuestionar las diferentes hipótesis mediante la realización de más estudios y experimentos.
En ese sentido, el debate científico más acalorado en esta pandemia fue sobre la utilidad de las mascarillas en la población general. Aunque ahora existen múltiples pruebas de su eficacia para limitar los contagios por coronavirus y las autoridades sanitarias coinciden en recomendarlas, hace tan solo unos meses instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) las desaconsejaban en la población general que estuviera sana. En estos momentos, el debate más intenso sobre el coronavirus se centra en el papel que tienen los aerosoles (gotitas respiratorias con un diámetro inferior a 5 micras), un fenómeno también conocido como «transmisión aérea», en el contagio y los brotes de coronavirus.
Al comienzo de la pandemia, se pensaba que los aerosoles solo participaban en la transmisión del virus en entornos muy concretos, como en el ámbito médico cuando se realizan ciertas pruebas que provocan la liberación abundante de aerosoles. Esto es lo que defendían diversas autoridades sanitarias, entre ellas la OMS, hace tan solo unos meses. No obstante, las evidencias científicas sobre la dispersión de aerosoles y su papel en la transmisión de coronavirus fuera de hospitales y centros de salud han ido en aumento.
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