Colaboración con eldiario.es.
En tan solo seis meses, las mascarillas han pasado de ser ese elemento exótico que las poblaciones asiáticas llevaban para limitar los contagios por enfermedades infecciosas respiratorias a ser un componente omnipresente en nuestra vida diaria. El último capítulo de este cambio drástico de mentalidad lo marca su uso obligatorio. Salvo Canarias (que está reconsiderando su postura), el resto de Comunidades Autónomas de España ha implantado su uso preceptivo tanto en espacios abiertos como cerrados, independientemente de la distancia de seguridad, salvo múltiples excepciones: comer, beber, ir al agua en la playa, discapacidad, niños menores de seis años, sufrir ciertas enfermedades respiratorias…
Nos hemos acostumbrado a ver día a día las mascarillas, ya sea en la calle, en el trabajo, en bares y restaurantes… Incluso se está convirtiendo en un elemento textil más asociado a la moda y las marcas de este ámbito han lanzado al mercado variados modelos de mascarillas para conjuntar con la ropa. Esta realidad «mascarillera» rutinaria contrasta, sin embargo, con la realidad de las pantallas de televisión. Independientemente del canal, las personas que aparecen en diferentes anuncios de productos (ya sean de cerveza, de electrodomésticos, de alimentos o de cualquier otro tipo) siguen viviendo en ese pasado prepandémico donde las mascarillas ni estaban ni se las esperaba. No son solo los anuncios, los programas de televisión tampoco muestran a sus participantes en el plató con mascarillas. Es más, se da esta peculiar paradoja: es necesario esperar a los informativos para que, ante conexiones con periodistas en directo fuera del plató o ante la grabación de la rutina diaria externa, aparezcan entonces las mascarillas en la TV.
Aún más peculiar resulta este fenómeno ante circunstancias más definidas. Por ejemplo, aunque referentes mediáticos en esta pandemia, como el ministro de Sanidad Salvador Illa o el epidemiólogo Fernando Simón (entre otros muchos), lleguen ataviados con mascarillas a las salas para realizar sus declaraciones, cuando se acerca el momento de «salir al aire» o pulsar el botón de «Record» en las cámaras, las mascarillas desaparecen. Ocurre en el ámbito político y ocurre en cualquier plató de televisión en España. Se ha normalizado que ponerse frente a las pantallas de televisión sea una excepción oficiosa para llevar la mascarilla, aunque este elemento no impida, en absoluto, hablar con ella puesta.
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