Colaboración con eldiario.es.
Los anticuerpos (concretamente, los IgG) han acaparado la atención mediática como indicadores de inmunidad contra el virus SARS-CoV-2 y se han convertido en tema cotidiano de conversación entre la población general. Estudios como el de seroprevalencia en España, los tests serológicos y los tests rápidos, la terapia con plasma de pacientes recuperados de la COVID-19 y los criticados pasaportes de inmunidad giran en torno a estas proteínas presentes principalmente en la sangre (aunque también se encuentran en otros fluidos biológicos).
A pesar de su gran protagonismo, lo cierto es que los anticuerpos son solo una pequeña parte del extremadamente complejo y sofisticado sistema inmunitario. Dentro del diverso equipo defensivo contra el coronavirus, existen elementos con igual e incluso mayor importancia que los anticuerpos. Hasta el punto de que algunos de los miembros de este equipo reflejan mucho mejor la inmunidad contra el coronavirus.
Si esto es así, ¿por qué todas las pruebas a la población general se centran en los anticuerpos para estudiar la protección inmunitaria? Porque, hoy por hoy, no hay pruebas sencillas, baratas y rápidas con las que identificar otros elementos que indiquen inmunidad con mayor certeza. Solo en el ámbito de la investigación se recurre a pruebas más elaboradas, caras y tediosas para registrar otros componentes del sistema inmunitario contra el coronavirus. El gran punto fuerte de los anticuerpos es que pueden detectarse fácilmente y de forma relativamente rápida, aunque la información que nos aportan sobre la inmunidad sea limitada.
A grandes rasgos, el sistema inmunitario se divide en dos grandes equipos de respuesta. Aquellos que responden rápidamente a agentes patógenos como virus, pero sin precisión ni refinamiento, forman parte del sistema inmunitario innato. Los especialistas, que atacan de forma selectiva y con gran sofisticación biológica, aparecen días más tarde en el cuerpo humano alertados por el sistema innato, y constituyen el sistema inmunitario adaptativo.
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