Colaboración con El País, Materia.
Hace alrededor de 13.000 años que los caminos del ser humano (Homo sapiens sapiens) y el cerdo (Sus scrofa domestica) se cruzaron para no volver a separarse jamás. La domesticación del gorrino supuso todo un empuje para la supervivencia y la expansión del ser humano durante el neolítico, gracias a la versatilidad y al gran aprovechamiento de los diferentes órganos y tejidos de este animal de granja. En España existe una verdadera pasión por el cerdo y no es de extrañar que encontremos a más puercos que personas viviendo entre nuestras fronteras. Concretamente, en la actualidad hay más de 50 millones de cochinos en nuestro país.
Como reza el dicho popular, del cerdo se aprovecha todo, hasta los andares. Desde la piel hasta los huesos, existen multitud de partes del chancho y sus derivados que se emplean no sólo para carnes y embutidos, sino también para perfumes, cueros, cepillos, aceites, cosméticos, jabón, velas, fertilizantes… Y las aplicaciones no terminan ahí: múltiples tratamientos médicos también provienen del puerco. De hecho, la salud y la vida de millones de personas han estado ligadas al cerdo desde hace casi un siglo.
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