Colaboración con eldiario.es.
La medicina dista de ser una ciencia exacta. El cuerpo humano es un elemento biológico tan extremadamente complejo que es imposible registrar y mostrar a la luz todos los factores que influyen y determinan, en su conjunto, la aparición de una enfermedad y su evolución clínica. La medicina navega entre la incertidumbre: en cada cuerpo, en cada persona hay múltiples y pequeñas cajas negras, inaccesibles para los profesionales sanitarios, que influyen en que la enfermedad se dé de una determinada forma y no de otra. Como recoge el célebre aforismo médico: «No hay enfermedades, sino enfermos». La COVID-19 es solo el último ejemplo global e ilustrativo de cómo una misma causa (un diminuto coronavirus, en este caso) puede tener consecuencias tan extremadamente dispares entre las personas infectadas: desde la total ausencia de síntomas hasta la muerte.
Los tests de anticuerpos contra el coronavirus, que se están realizando a infinidad de individuos en un sinfín de lugares a lo largo del mundo, muestran otra faceta más de la elevada y desconocida variabilidad biológica del ser humano. Los resultados de numerosas personas no encajan con lo que teóricamente deberíamos encontrar tras una infección por coronavirus. Los falsos positivos y los falsos negativos que arrojan los diferentes tipos de pruebas pueden explicar, en parte, esos resultados inesperados, pero no todos. ¿Por qué son inesperados determinados resultados? Para entenderlo, es necesario conocer antes cómo aparecen los anticuerpos como respuesta a la infección por el virus SARS-CoV-2.
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