Colaboración con Investigación y Ciencia.
Hace alrededor de un siglo, se descubrió que las células tumorales tienen un metabolismo peculiar: dependen principalmente de la glucosa como fuente de energía para expandirse descontroladamente, invadir tejidos y causar metástasis. Este fenómeno no es algo excepcional en la naturaleza. El cerebro del ser humano también se nutre constantemente y casi en exclusiva de la glucosa para que las neuronas funcionen. Además, el tejido adiposo pardo o marrón consume grandes cantidades de glucosa y grasa en poco tiempo para generar calor y mantener la temperatura corporal del individuo cuando se expone al frío o se administran ciertos fármacos. En estas circunstancias, la grasa parda se convierte en un gran consumidor de la glucosa en sangre.
¿Podría la grasa parda activada por el frío «secuestrar» la glucosa, que tan preciada resulta para las células cancerosas, y restringir así el crecimiento de los tumores en el organismo? Una reciente investigación, cuyos resultados se han publicado en la revista Nature, responde con contundencia a esta cuestión: Sí, la activación del tejido adiposo graso en los ratones altera el metabolismo global y restringe la cantidad de glucosa disponible, lo que bloquea de forma drástica el crecimiento de los tumores, que apenas disponen de su fuente de energía principal.
Para la realización de este estudio, los científicos implantaron diferentes tipos de tumores sólidos (melanoma, cáncer de mama y colorrectal, adenocarcinoma de páncreas y fibrosarcoma) en ratones o utilizaron dos cepas de ratones que desarrollan ciertos tipos de tumores (cáncer de mama o adenoma intestinal) de forma espontánea. A continuación, los animales se dividieron en dos grupos: unos vivían a 4 °C, mientras que otros se mantenían a 30 °C.
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