La situación de las universidades es que cada vez más preocupante debido a los continuos recortes impuestos desde el Gobierno: disminución o eliminación de becas, presupuestos menguantes, despidos de personal, subida de tasas, menor financiación de proyectos de investigación… Ante este panorama, los responsables de las universidades y facultades de medicina tienen que hacer encaje de bolillos para tratar de minimizar, en lo posible, las consecuencias de las políticas de austeridad.
Presionados por esta agobiante situación, la comunidad universitaria está tratando de potenciar aquello llamado «transferencia del conocimiento». Es decir, crear vínculos con empresas o fomentar la creación de empresas por parte de los propios profesores con el objetivo de llevar al mundo real los conocimientos y técnicas obtenidos en el laboratorio y desarrollar así patentes y nuevos productos. Durante toda su historia, la Universidad española ha vivido a espaldas de la industria, centrada en la docencia y en la investigación, pero apartada de las aplicaciones prácticas que su I+D pudiera generar (no es casualidad que España ande a la cola de Europa en patentes). Ahora parece que esa mentalidad está cambiando, lo cual es un buen primer paso para que la Universidad se convierta en un motor de desarrollo económico, al tiempo que aprovecha para sanear un poco sus cuentas, mientras, eso sí, mantenga su independencia.
Una de las opciones para facilitar esta transferencia del conocimiento entre Universidad e industria son las Cátedras de Empresa, establecidas como vínculos duraderos en los que ambos se aprovechen de lo que cada uno tiene que ofrecer (y la propia empresa financia dicha cátedra). Hasta ahí todo bien. El problema llega cuando, con la excusa de la transferencia del conocimiento, lo que en realidad ocurre es una auténtica transferencia del desconocimiento y la prostitución del prestigio universitario al mejor postor. En los Simpsons reflejan muy bien esta situación en una escuela:
¿Merece la pena recurrir cátedras cuando contradicen claramente el conocimiento científico que se imparte en la facultad de medicina? ¿Tanta necesidad de dinero tenía la Universidad de Zaragoza como para ofrecerle una cátedra a Boiron para que difunda sus mentiras sobre sus productos homeopáticos en la facultad de Medicina y así ampliar el número de futuros médicos prescriptores? ¿Qué hacen los laboratorios homeopáticos Heel, patrocinando una Cátedra de Medicina de Familia y Actitudes Saludables en la Universidad de Murcia, cuando la propia Sociedad Murciana de Medicina Familiar está en contra?
En definitiva, ¿qué diferencia hay entre un profesor enseñando el salchichonio con respecto a un profesor enseñando sobre «lo similar cura lo similar» y «la memoria del agua»? Yo no encuentro ninguna.
Por cierto, en Reino Unido en torno al 10% de los estudiantes de medicina conoce a alguien que se ha prostituido o ha hecho de scort alguna vez para pagarse la carrera. Aquí, en su lugar, son algunas facultades las que se prostituyen por dinero.
Para saber más:
Me da a mí que esos estaban buscando una excusa para abrirle la puerta de su Universidad a Boiron y lo de los recortes les vino de perlas.
Ojo con los titulares grandilocuentes. Lo que dice el artículo que enlazas es que el 10% de los estudiantes de medicina DICE CONOCER A ALGUIEN que se ha prostituido para pagarse la carrera. Es muy distinto a que el 10% se haya prostituido….
Muchas gracias por mencionarme el error. Ya está corregido. Mis disculpas por la metedura de pata.
Para eso estamos 🙂 Miré el artículo porque pensé que o mucho habían cambiado las cosas desde que estudié, o no me enteraba de nada por esa época, que también es posible 🙂
Hombre, desde que yo estudié la matrícula se ha encarecido bastante, así que no sabría yo qué decirte sobre cómo están ahora las cosas 😛