España está en una posición privilegiada para eliminar la hepatitis C antes de 2030

Colaboración con eldiario.es.

Tratamiento hepatitis C

El virus de la hepatitis C es un patógeno especialmente sigiloso. Cuando infecta a una persona, no suele provocar ningún síntoma o, si acaso, síntomas tan leves que pasan desapercibidos en la mayoría de los casos. Sin embargo, en muchos casos, el virus consigue permanecer en el cuerpo humano (algo que logra en el 75-85% de las personas) y puede estar décadas agazapado, sin mostrar ningún signo de existencia… hasta que vuelve a dar señales de vida. Sin que sepamos muy bien por qué, el 30% de los pacientes con infección crónica termina sufriendo las consecuencias: el virus va destrozando, poco a poco, sus hígados. Con el tiempo, y sin tratamiento, este proceso puede provocar cirrosis (daño grave e irreversible de dicho órgano) y cáncer hepático.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en torno a 58 millones de personas en el mundo sufren una infección crónica por el virus de la hepatitis C. Solo en 2019, aproximadamente 290.000 individuos fallecieron por esta causa. Se calcula que cada año se producen alrededor de 1,5 millones de nuevas infecciones. No obstante, este panorama podría cambiar drásticamente en un futuro próximo: la OMS fijó el año 2030 con un ambicioso objetivo en mente, poner fin a la hepatitis C y otras hepatitis virales. España es uno de los países mejor situados en el mundo para conseguir este logro.

Un virus esquivo

A partir de la segunda mitad del siglo XX, las transfusiones de sangre se extendieron por el mundo y salvaron a numerosas personas de las garras de la muerte. Sin embargo, en aquel entonces este tratamiento era un arma de doble filo: algunas personas que recibían el preciado fluido rojo terminaban desarrollando una hepatitis que, con el tiempo, podía llegar a provocar cáncer hepático o cirrosis y, finalmente, la muerte. No había forma de detectar qué sangre podía terminar provocando esta dolencia, así que el desenlace quedaba en manos del azar. En España, miles de personas se contagiaron de hepatitis virales (hasta 1992) en los hospitales precisamente por recibir transfusiones.

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