La inmunización masiva dificulta el desarrollo de una nueva generación de vacunas contra la COVID-19

Colaboración con eldiario.es.

Vacunas

Las campañas de vacunación frente a la COVID-19 a lo largo del mundo marchan a un ritmo muy diferente según el nivel de renta de cada país, y la desigualdad en este asunto es más evidente que nunca. En estos momentos, se han administrado alrededor de 5.000 millones de dosis, con el siguiente reparto por cada 100 habitantes: mientras que las naciones de ingresos medios y altos han inoculado más de 100 dosis, los países de ingresos bajos-medios solo han administrado 32, y los de ingresos de bajos tan solo han podido repartir dos dosis, con mucha población vulnerable aún pendiente de vacunarse.

A diferencia de las primeras vacunas que se evaluaron en ensayos clínicos (de Pfizer, Moderna, AstraZeneca, Janssen, Sinovac…), las vacunas experimentales actuales se enfrentan a múltiples retos: por un lado, existe una alta cobertura vacunal en los países desarrollados, con más del 50%-60% de la población inmunizada con al menos una dosis, que sigue en constante aumento. Además, casi la totalidad de las personas más ancianas han sido completamente vacunadas en muchas de las naciones anteriores.

Por otro lado, la mayor disponibilidad de vacunas de eficacia demostrada entre la población general lleva a una motivación mucho menor para participar en los ensayos clínicos, ya que los voluntarios podrían recibir una vacuna de eficacia incierta. En conjunto, esta situación dificulta encontrar a participantes que cumplan con los requisitos para poder evaluar las vacunas contra la COVID-19 y obliga a la investigación clínica de estas herramientas preventivas a adaptarse.

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