La hiperconexión de nuestro mundo no tiene marcha atrás: miles de millones de personas son usuarios de las redes sociales (sólo en Facebook hay más de mil millones de usuarios) y para muchas de ellas su utilización es algo cotidiano. La vida diaria inunda las redes en una especie de Gran Hermano masivo, virtual y voluntario. Así, mientras alguien sube las fotos de sus viajes en Japón, en España otro se queja del concierto que está viendo y en la otra punta del mundo alguien anuncia que se ha despertado y está desayunando…
Toda esta exposición pública de detalles personales tiene mucho más valor del que podríamos pensar en un primer momento. No es sólo que le facilites al ladrón robarte tu casa cuando anuncies públicamente que te vas de vacaciones o que alguien encuentre tu cámara de fotos perdida gracias al boca a boca en la red. Las redes sociales son el sueño dorado de los investigadores de mercado. ¿No te has preguntado nunca por qué no pagas por el servicio de una red social? Eso es porque el producto eres tú… y tus valiosos datos que vas dejando con el tiempo.
Aún así, el verdadero valor informativo de los datos de las redes sociales no es a nivel individual, sino colectivo, cuando todos estos datos se agrupan y se pueden distinguir claramente tendencias, preferencias, hábitos y sucesos. Por no mencionar el elevado potencial para coordinar a un gran número de personas con una acción común (para cosas tan dispares como una revolución… o un botellón).
Pero la utilidad de esta masiva cantidad de datos de las redes sociales tampoco termina ahí. También podría convertirse en una potente herramienta para la medicina, concretamente en aquella encargada de detectar y controlar los brotes, epidemias y pandemias, la epidemiología, dándole una inmediatez y un seguimiento global en tiempo real en la detección de enfermedades nunca antes vista.
Hasta ahora, las epidemias se han venido detectando siguiendo un sistema de notificaciones que procedían de los médicos. Esto tiene una gran ventaja y es que el médico puede caracterizar con rigor si los síntomas y signos de una persona se tratan de una determinada enfermedad y no otra. Sin embargo, el sistema es lento. Primero, porque para ello es imprescindible que el paciente acuda antes al médico (mientras no lo haga, su caso no se contabilizará) y, segundo, porque entre que el paciente acude, el médico reconoce la enfermedad, la notifica a la institución de vigilancia epidemiológica de la zona y ésta toma consciencia de la posible epidemia, pueden pasar días o semanas según la urgencia y características de la situación.
Todo esto conlleva un gran problema especialmente para aquellas enfermedades infecciosas más frecuentes y extendidas como la gripe o las gastroenteritis víricas donde la infranotificación es la regla, ya que mucha gente no llega a acudir al médico por el frecuente carácter leve de la enfermedad.
Rastreando Internet y las redes sociales a la caza de la epidemia
Precisamente por lo anterior, no es casualidad que hayan surgido varias iniciativas en la red para intentar detectar este tipo de enfermedades en tiempo real y visualizar su evolución. Por un lado, tenemos a Google Flu Trends o Dengue Trends, que hacen un análisis de los términos de búsqueda que hace la gente en el famoso buscador, haciendo con ello una estimación de la actividad epidémica de la zona.
Otra perspectiva para la detección de epidemias (o incluso intoxicaciones) es la que utilizan HealthMap, Sickweather y BioCaster. Las 3 webs se centran en el rastreo y análisis masivo de noticias de Internet, Facebook, Twitter o fuentes RSS para establecer eventos epidémicos. Para ello, se enfocan en la detección y cuantificación de palabras clave en varios idiomas como «gripe» «fiebre», «tos» o «congestión» en una determinada zona y, a partir de ahí, estiman en conjunto la magnitud de la epidemia.
Estos sistemas de detección epidemiológica son, sin lugar a dudas, muy rápidos y permiten una vigilancia en tiempo real, pero no están carentes de grandes obstáculos que los convierten, hoy por hoy, en complementos en evaluación para los epidemiólogos. El primer y gran problema es que lo que los usuarios de Twitter y Facebook suelen comentar no es su enfermedad, sino los síntomas y signos evidentes que padecen. De ahí a poder extrapolar una enfermedad de forma automática hay un trecho (¿cómo distinguir de ahí una gripe de un resfriado?, por ejemplo).
Por otro lado, no es nada sencillo distinguir el ruido de los datos realmente útiles para la detección de enfermedades. Para ello, es imprescindible una mejora del filtrado de datos para que los resultados sean más robustos y conseguir así una posterior validación científica. Y, por último, nunca hay que dejar de tener en cuenta el sesgo que existe con los usuarios de las redes sociales. Por ejemplo: alguien muy enfermo no suele preocuparse de andar actualizando su Facebook y las personas más ancianas o pobres hacen poco uso de las redes sociales. Además, enfermedades comprometedoras como aquellas de transmisión sexual no van a divulgarse alegremente a través de ellas por lo que no esperemos que sean útiles para estos casos.
Aún así, la epidemiología basada en las redes sociales hace tiempo que dio sus primeros pasos y anda perfeccionándose y recogiendo cada vez más y más datos de un mundo cada vez más conectado. ¿Conseguirá el rastreo de las redes sociales convertirse en una herramienta más para los epidemiólogos? Probablemente en menos de una década sepamos la respuesta, mientras tanto la gripe está siendo la candidata ideal para valorar su fiabilidad y los resultados invitan al optimismo.
Para saber más:
Epidemiologist put social media in the spotlight
están atentando en contra de la privacidad
No, porque los datos que recogen son datos que previamente han hecho públicos las propias personas de forma totalmente voluntaria. Estas webs detectoras de epidemias lo que hacen es mostrarlos de forma colectiva.
Si esas webs detectoras de epidemias sólo recogen información estadística sin vincularla a ningún elemento que permita identificar al individuo en cuestión, no violan la intimidad de nadie.
Los que sí violan la intimidad de la gente (tanto de sus usuarios como de los que no lo son) son empresas como Facebook. Se aprovechan de la ignorancia e ingenuidad de los tecnogañanes.
A quien corresponda.
Se me hizo un articulo de suma importancia ya que en la actualidad la tecnología lo es todo y se esta convirtiendo en uno de los mas poderosos medios de comunicación e información.
La teoría sobre las veloces redes sociales rastreadoras de epidemias se me hace muy importancia, seria un paso agigantado para fines médicos determinar en que parte del mundo surgen síntomas similares y como tratarlos, ahorrando así mucho tiempo y facilitando su mejora.
Considero que como bien lo menciona en el articulo con un poco mas de especificaciones podría ser posible que funcione y beneficie a todo el mundo.
Es una interesante propuesta y espero se lleve a cabo.