Colaboración con Investigación y Ciencia.
Las poblaciones de las sociedades occidentales consumen sal en abundancia. España no es una excepción: sus habitantes ingieren, de media, casi 10 gramos de sal a día. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar el consumo del cloruro sódico a entre 2 y 5 g al día para reducir el riesgo en adultos de diversas enfermedades cardiovasculares. Gran parte del consumo excesivo de sal procede de los productos ultraprocesados, que cuentan con altas cantidades de este ingrediente para incrementar su sabor.
Más allá de la recomendación general de limitar la ingesta de sal en las personas sanas, los médicos llevan décadas aconsejando a los pacientes con insuficiencia cardíaca (la incapacidad del corazón para bombear la sangre en cantidades adecuadas) que reduzcan lo máximo posible el consumo de cloruro de sodio. La razón es sencilla: cuanto mayor es el consumo de sal, mayor es la retención de agua en el cuerpo humano, lo que aumenta el riesgo de fatiga y de hinchazón (edemas), sobre todo en las piernas. Además, esta retención de líquidos conlleva un aumento del esfuerzo del corazón.
A pesar de que aconsejar un menor consumo de sal en pacientes con fallo cardíaco tiene un claro respaldo fisiológico, el impacto real sobre la salud no era bien conocido por una limitada investigación científica de alta calidad sobre este asunto. Ahora, el mayor ensayo clínico realizado hasta la fecha aclara cuáles son los efectos de limitar la ingesta de cloruro de sodio en la dieta en los pacientes con insuficiencia cardíaca. Sus resultados se han publicado en la revista médica The Lancet.
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