Colaboración con Mètode.
La detección precoz o en fase temprana de diferentes tipos de cáncer ha sido uno de los factores clave que ha contribuido –junto a la mejora sustancial de diferentes tratamientos– a incrementar notablemente las posibilidades de curación. De hecho, la supervivencia a los cinco años de los pacientes con cáncer se ha duplicado en cuarenta años en nuestro país (siendo hoy en día del 55 % en hombres y del 61 % en mujeres). Entre todos ellos, el cáncer de mama y de próstata destacan por su excelente pronóstico en la gran mayoría de los casos: más del 90 % de los pacientes sobreviven a los cinco años.
En la actualidad, en España existen tres programas nacionales de cribado para la detección precoz del cáncer: las mamografías en mujeres de entre 50 y 69 años para identificar un potencial cáncer de mama; el test de sangre oculta en heces en personas de entre 50 y 69 años para detectar un posible cáncer colorrectal, y la citología cervicovaginal y la detección del virus del papiloma humano en mujeres de entre 25 y 65 años para hallar un potencial cáncer de cérvix.
Durante décadas, médicos de multitud de países utilizaron un método para el cribado del cáncer de próstata, que, tras una larga controversia científica, terminó por desaconsejarse en todo el mundo: el test del antígeno prostático específico (PSA, por sus siglas en inglés). El PSA se identificó por primera vez en 1970 gracias a la investigación del patólogo Richard Ablin y de su equipo. Esta proteína, liberada por la próstata, se encuentra en una concentración elevada en el semen. Sin embargo, pronto se descubrió que en hombres con cáncer de próstata también se encontraba el PSA elevado en sangre.
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