Colaboración con Investigación y Ciencia.
Las enfermedades cardiovasculares (ECV), entre las que destacan los infartos al corazón y los ictus, son la primera causa de muerte en el mundo, por delante del cáncer. Estilos de vida sedentarios, el tabaquismo y patrones de alimentación no saludables incrementan considerablemente el riesgo de padecer diversas enfermedades metabólicas (obesidad, hipertensión arterial, diabetes y niveles elevados de colesterol y triglicéridos) que, a su vez, predisponen a desarrollar ECV.
Desde hace varios años, el ayuno intermitente (AI) se ha popularizado como una opción para perder peso o mantener un peso adecuado y evitar así el desarrollo de enfermedades metabólicas y, en última instancia, el padecimiento de ECV. Existen dos modalidades principales a la hora de realizar este tipo de dieta. Una de ellas consiste en evitar la ingesta de calorías durante ciertos días de la semana y la otra se centra en consumir alimentos solo durante un número definido de horas al día. Todo ello sin limitar los tipos de alimentos que se consumen en dichos intervalos. Los largos periodos de ayuno del AI provocan una disminución de las reservas de glucógeno en el hígado y un refuerzo del metabolismo hacia el consumo de ácidos grasos y cetonas.
Aunque el ayuno intermitente es una de las dietas de moda, muchos de los beneficios que se le atribuyen no se han demostrado. A lo largo de los últimos años, diversos ensayos clínicos han evaluado si el AI podría tener un papel beneficioso para la salud. Una reciente revisión, publicada en la Base de datos de revisiones sistemáticas de Cochrane, analiza de forma rigurosa cuál es el conocimiento actual sobre la utilidad del AI frente a las ECV a partir de dichos ensayos.
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