La COVID-19 no daña solo los pulmones, sino que puede afectar a otros muchos órganos

Colaboración con eldiario.es.

Coronavirus

Tos, fiebre y dificultad respiratoria, estos son tres de los síntomas más típicos para sospechar una COVID-19, la nueva enfermedad provocada por el virus SARS-CoV-2. Aunque estas manifestaciones clínicas resultan útiles para orientar un diagnóstico, no dejan de ser una simplificación de la compleja realidad de esta dolencia. Ya se han identificado decenas de signos y síntomas diferentes asociados a la COVID-19 y cada semana que pasa se descubren más de ellos.

Cuando el coronavirus infecta a una persona, el desenlace puede ser extremadamente dispar: desde una infección asintomática hasta la muerte. Multitud de factores biológicos, muchos desconocidos aún, marcan la diferencia entre que la COVID-19 se convierta en una anécdota en la vida o le ponga un punto final.

Sí que contamos, al menos, con algunas certezas: el coronavirus tiene predilección por las vías respiratorias y los pulmones, donde provoca más daños en las personas vulnerables y desencadena los problemas de salud más graves y letales. La urgente necesidad de respiradores en los países afectados por la pandemia de COVID-19 es un fiel reflejo de cuál es el órgano más afectado por el virus. Sin embargo, esta narrativa de los hechos se trata, de nuevo, de una simplificación de la realidad.

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