Colaboración con eldiario.es.
En nuestro cuerpo las células humanas mutan con el paso del tiempo debido a múltiples causas (envejecimiento, radiaciones ultravioleta, tabaco, contaminación del aire, infecciones…) y, en ocasiones, esas mutaciones originan células inmortales que proliferan sin ningún control y pueden invadir otros tejidos. Este es el punto de partida de más de 200 enfermedades diferentes que conocemos con el nombre de «cáncer». El sistema inmunitario es uno de los guardianes en primera línea frente a estas dolencias, pues a través de diversos mecanismos puede reconocer a estas células anormales y destruirlas antes de que provoquen algún daño y sin que las personas lleguen nunca a ser conscientes de que tal feliz desenlace llegó a ocurrir. De esta forma, el fuego del cáncer se apaga incluso antes de que se pueda oler el humo.
Nuestro sistema inmunitario no solo nos protege frente a las amenazas externas, como virus, bacterias y otros microorganismos patógenos, sino también de nosotros mismos. Sin embargo, su función protectora es limitada. Determinadas células cancerosas son capaces de esquivar la vigilancia de este sistema de defensa y proliferar descontroladamente hasta formar un tumor y, en algunos casos, desplazarse e invadir otras áreas del cuerpo, un fenómeno conocido como metástasis. ¿Es posible reforzar el sistema inmunitario para que este vuelva a atacar a las células cancerosas tras escapar de su control en un primer momento? Las inmunoterapias contra el cáncer, cuyos «padres» fueron premiados con el Nobel en 2018, persiguen justo este objetivo y están siendo toda una revolución en cómo nos enfrentamos a estas enfermedades que suponen la segunda causa de muerte en el mundo.
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