Colaboración con eldiario.es.
La vacuna de la Universidad de Oxford y de AstraZeneca saltó por enésima vez a los medios por la sospecha de un potencial efecto adverso grave en uno de los voluntarios vacunados. Concretamente, el individuo estaba afectado de una mielitis transversa. Este incidente llevó a la suspensión temporal del estudio hasta este sábado, 12 de septiembre, cuando se anunció su reanudación.
En realidad, este suceso es algo totalmente normal durante la realización de ensayos clínicos. Sin embargo, el seguimiento en tiempo real de las vacunas contra el coronavirus por parte de los medios y la población general ha mostrado una realidad que rara vez suele ser noticia. Los voluntarios que participan en estos estudios pueden sufrir ciertas enfermedades o problemas de salud, causados o no por el tratamiento que se está administrando.
Si tenemos en cuenta que la vacuna de AstraZeneca se está probando sobre miles de personas, es muy probable que surjan incidentes que requieren una mayor investigación para aclararlos. En ese sentido, que se anuncien estos efectos adversos y que se suspendan temporalmente los ensayos clínicos no es motivo de alarma, sino de confianza en que, efectivamente, estos estudios buscan conocer y mostrar la seguridad y eficacia de las vacunas con todas las garantías.
A pesar de que los ensayos clínicos de fase III son la última etapa de evaluación de tratamientos antes de su comercialización, en ocasiones ocurre que se identifican nuevos efectos adversos que no se han documentado previamente, tiempo después de salir al mercado. Esto puede suceder con reacciones adversas extremadamente raras (una por cada millón de pacientes, por ejemplo), o con efectos que solo aparecen a largo plazo o en individuos con unas características biológicas particulares, afectados por determinadas enfermedades o en tratamiento con ciertos fármacos. Por esta razón, los nuevos medicamentos que se comercializan siguen estando bajo supervisión sanitaria constante para detectar posibles problemas para la salud que se hayan escapado en los ensayos clínicos. Se trata de un proceso llamado farmacovigilancia.
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