Una epidemia descontrolada lleva a una medicina de catástrofe: sanitarios enfrentados al dilema de a quiénes salvar

Colaboración con eldiario.es.

UCI

La Comunidad de Madrid está tomando medidas excepcionales para atender a los casos graves afectados por el COVID-19, cuyo número se ha incrementado considerablemente en los últimos días. Para evitar el colapso de los hospitales, especialmente de las unidades de cuidados intensivos (UCIs), se han suspendido o pospuesto cirugías, pruebas diagnósticas, consultas externas «no preferentes» e ingresos programados. Además, se han habilitado zonas especiales en los hospitales para ampliar el ámbito de actuación de las UCIs, se ha contratado a centenares de profesionales sanitarios, cancelado las vacaciones del actual personal y adquirido elementos de protección y dispositivos de soporte respiratorio. Por otro lado, el Gobierno regional de la Comunidad de Madrid ya gestiona los recursos sanitarios de los hospitales privados para que actúen en esta epidemia y convertirá algunos hoteles en hospitales improvisados para los pacientes menos graves que necesiten atención médica.

Mientras tanto, las autoridades sanitarias y políticas están llevando a cabo múltiples acciones para evitar la concentración de personas e insisten con fuerza en la importancia de limitar las interacciones sociales y tomar medidas higiénicas. El objetivo principal durante las próximas semanas será limitar la velocidad de los contagios para que la epidemia no desborde los sistemas sanitarios. Aunque el COVID-19 sea una enfermedad leve en más del 80% de los casos, los estudios nos muestran que en torno al 20% de los enfermos desarrolla un síndrome de dificultad respiratoria aguda y en torno al 12% necesita ventilación mecánica. Estos pacientes pueden llegar a estar ingresados hasta un máximo de 3-4 semanas. Todas estas características del COVID-19, unidas a una epidemia descontrolada, son la tormenta perfecta para el colapso de los hospitales.

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