Colaboración con eldiario.es.
El pasado jueves 28 de octubre, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, anunció una medida muy esperada por muchos nutricionistas, epidemiólogos y pediatras: su cartera prohibirá la publicidad de alimentos y bebidas no saludables dirigida a menores. Lejos de aplaudir la decisión, que pretende ayudar a combatir el grave problema de la obesidad infantil en España, diversos miembros de partidos de la oposición no tardaron en criticar y tergiversar la acción, hasta el ridículo extremo de dar a entender que se prohibían directamente los alimentos y bebidas insanos. Pronto, en las redes sociales aparecieron personas mostrando con orgullo el consumo de productos como donuts, zumos, chocolates y galletas, con un mensaje implícito y engañoso detrás: la defensa de la libertad de ingerir estos alimentos y bebidas no saludables.
Esta estrategia política de enfangar con falacias decisiones o declaraciones públicas en el terreno de salud, respaldadas científicamente y por diferentes instituciones sanitarias, con el falso emblema de la «libertad», no es nueva. El pasado julio, cuando Garzón hizo públicamente una recomendación sanitaria ampliamente respaldada por la ciencia como es reducir el consumo de carne en la dieta (excesivo en España), los adalides de la «libertad» actuaron de nuevo. En aquel entonces mostraron con orgullo en las redes sociales platos de chuletones, entrecots, cachopos y carnes rebozadas para defender la libertad de su consumo ante la declaración del ministro.
Ya hablemos de chuletones o de donuts, el objetivo detrás de estas reacciones es sencillo aunque tremendamente falto de ética: crear un falso debate y una polémica artificial y gratuita en un campo en el que no lo hay, y no solo no hay polémica desde el punto de vista de la ciencia, sino que tampoco este existe entre la población española. Se trata, en definitiva, de un sucio juego político (motivado, quizás, por cierto déficit de comprensión lectora) en el que todo vale para hacer oposición a cualquier precio y en el que las evidencias científicas y la salud de los niños son lo de menos.
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