Muerte cerebral periodística

Colaboración con eldiario.es.

UCI

La gran mayoría de nosotros tenemos dos pulmones, un corazón, dos riñones, un hígado, un bazo…. Pero no tenemos un cerebro, somos, en realidad, nuestro cerebro. Por eso, podríamos vivir sin nuestro bazo, sin un pulmón, incluso sin riñones y sin un corazón (esto último, al menos temporalmente), más no podríamos sobrevivir ni un segundo sin seso. En el mismo momento en el que este preciado órgano dejara de funcionar de forma irreversible nuestra vida llegaría ipso facto a su fin y ya no habría vuelta atrás.

De hecho, lo que constata de forma definitiva el fallecimiento de una persona es la muerte cerebral (o, de forma más correcta, del encéfalo). Aunque el resto de órganos, sistemas y elementos del cuerpo humano funcionen perfectamente, la aparición de lesiones cerebrales graves e irreversibles que provocan el cese completo y definitivo de todas sus funciones suponen la muerte del individuo.

A pesar de que para los médicos el concepto de muerte cerebral es muy claro, no ocurre lo mismo entre la población general. Con frecuencia, se confunden determinados tipos de coma con la muerte cerebral, aunque son fenómenos muy distintos. Por esta razón, aparecen, de vez en cuando, noticias que recogen historias sobre este asunto de forma errónea, ya sea por amarillismo o por un trabajo insuficiente de contraste de la información por parte de los periodistas.

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