Colaboración con la revista Métode.
Antes de que comenzase una de las peores crisis sanitarias del último siglo, la desinformación sobre salud ya corría como la pólvora por Internet y las redes sociales. La mayoría de las noticias falsas que circulaban por la red de redes antes de esta pandemia eran sobre salud y estas noticias llegaban a difundirse mucho más que aquellas reales. Desafortunadamente, este fenómeno se ha «disparado» con la crisis mundial por la COVID- 19: cientos de bulos sobre el coronavirus, compartidos por la población general, circulan por Internet a gran velocidad. Muchos de estos bulos son sobre cuestiones sanitarias y muestran datos falsos sobre multitud de temas: remedios milagrosos, uso erróneo de mascarillas…
Este aluvión desinformativo sobre la población no carece de consecuencias, puede dañar y matar. Hay multitud de sucesos que muestran cómo algo aparentemente tan inocuo como un dato falso que llega a miles o millones de personas puede desembocar en tragedias personales. Aquí va un ejemplo extremo: en Irán cerca de 300 personas murieron y más de 1.000 enfermaron tras beber metanol (un anticongelante) porque pensaban que era una cura contra el coronavirus.
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