Colaboración con Mètode.
Para la gran mayoría de las personas, dormir en la cama a lo largo de la noche es una actividad placentera y relajante. No obstante, para algunos individuos esta actividad nocturna puede convertirse en una experiencia aterradora, sobre todo entre aquellos que desconocen la causa de lo que están percibiendo. Tanto es así que diversos sucesos paranormales, leyendas y relatos de miedo (como diferentes tipos de monstruos que aparecen en la oscuridad del dormitorio) han tenido, en realidad, su origen en el peculiar funcionamiento del cerebro durante la difusa frontera entre el sueño y la vigilia.
El sueño provoca importantes cambios en la actividad cerebral con respecto a los periodos en los que estamos despiertos. Por ejemplo, en la fase REM (caracterizada por movimientos rápidos de los ojos), surgen emociones, a veces intensas, y el lado más racional del cerebro, la corteza prefrontal, presenta un bajo nivel de actividad. ¿Qué implica esto? Que cuando soñamos, el área encargada de tareas cognitivas superiores y complejas está inhibida, lo que contribuye a la aparición de fantasías alejadas de la realidad y a la falta de coherencia y lógica típica de los sueños.
Esta peculiar actividad del cerebro lleva a que determinadas personas, en algún momento de sus vidas o de forma repetida (algo mucho menos frecuente), experimenten alucinaciones poco antes de entrar en el mundo de los sueños o al poco de despertarse. Estas percepciones irreales pueden ser táctiles, auditivas o visuales, y ser de lo más variadas y extrañas: sentir que alguien te agarra una parte del cuerpo, ver una presencia extraña en la habitación, escuchar susurros ininteligibles…
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