Colaboración con eldiario.es.
El negocio de los complementos dietéticos mueve decenas de miles de millones de euros cada año en el mundo. Solo en España se calcula que este sector tiene un valor superior a los mil millones de euros. La pandemia de COVID-19 ha dado un fuerte empuje a las ventas de este grupo de productos –vitaminas, minerales, ácidos grasos, aminoácidos, fibra– que alimentan un lucrativo negocio que va al alza en multitud de países occidentales y que se basa, en gran parte, en el engaño y la desinformación.
Según el documento Uso de suplementos nutricionales en la población española, realizado en 2021 por la Academia Española de Nutrición y Dietética, siete de cada diez españoles consumen a menudo este tipo de complementos. Los objetivos que buscan conseguir las personas que usan estos productos son mejorar su estado general de salud (71%), tener más energía (35%), mejorar el funcionamiento de los huesos y los músculos (34%), tratar enfermedades como la osteoporosis y molestias gastrointestinales (28%) y reducir peso, entre otros. Sin embargo, la realidad es que el consumo de complementos en adultos sanos, sin requerimientos especiales (por ejemplo, en el embarazo) y con una dieta saludable, es casi siempre innecesario y, en ocasiones, contraproducente para la salud.
Mucho ruido y pocas nueces
La ley en España (Real Decreto 1487/2009, de 26 de septiembre, relativo a los complementos alimenticios) deja claro que el etiquetado, la presentación y publicidad no pueden atribuir a estos productos la propiedad de prevenir, tratar o curar una enfermedad humana, ni tampoco pueden referirse en absoluto a dichas propiedades. No obstante, multitud de empresas de complementos y establecimientos (farmacias, parafarmacias, herbolarios) incumplen esta ley, dando a entender al consumidor que los suplementos poseen unas propiedades saludables que en ningún momento se han demostrado.
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